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¡Milagro!

17 de enero de 2013

 

Como vimos en la entrada referente a las teorías sindonistas sobre la formación de la imagen la mayoría de ellas acaba en una apelación, directa o indirecta, al milagro. En efecto, sean radiaciones misteriosas o conocidas, como el láser, sea por descargas eléctricas tipo efecto Corona o cualquier otra teoría recubierta de una apariencia científica, dado que estos procesos no ocurren de una manera natural a partir de cadáveres, lo que se está postulando es una intervención milagrosa.


Desde otro punto de vista sindonista, la imposibilidad de dar una explicación completa del proceso de formación de la imagen (la corporal, se entiende), ha servido de base para que algunos llamen al milagro. Según ellos, si la ciencia no puede dar explicación de la imagen, se deduce que ésta debe haberse producido por medios no naturales, lo que nos llevaría directamente a la resurrección. Hay que recoger aquí la teoría del milagro según el padre Carreira. Creo que es este científico jesuita quién ha explicitado de forma más clara este supuesto, así que valdrá la pena entretenerse un poco con él.

El problema más difícil de solucionar, desde el punto de vista físico, es el de la formación de la imagen corporal que hace único al lienzo de Turín. Ninguna hipótesis de producción artificial es compatible con lo que se observa; tampoco ningún proceso conocido o plausible en el contacto de un cadáver con la tela que lo envuelve. En consecuencia, debemos aceptar que un hecho de orden sobrenatural ha sido determinante para darnos la imagen que observamos. El hecho obvio es la resurrección. (18)

En tal caso, se abre la posibilidad de que al quedar un cuerpo sin localización se libere en forma observable su «carga espacial» (aquella parte de la realidad material que da al cuerpo el estar en un lugar concreto) y que al hacerlo afecte al entorno físico en algún grado mínimo. (20)

Insistiendo en el significado de esta sugerencia en que física, metafísica y teología, se aúnan para explicar en algún grado lo que no entendemos: si se diese de nuevo un caso de resurrección gloriosa de un cuerpo envuelto en un lienzo, sería de esperar una imagen semejante a la que describimos en la Sábana de Turín. En este sentido, es una hipótesis que intenta «salvar los fenómenos» con mayor ajuste a ellos que las otras explicaciones propuestas, como las órbitas elípticas propuestas por Kepler para los planetas se ajustaban mejor a las observaciones de sus movimientos que los círculos sobre círculos de Tolomeo o de Copérnico, aunque ni ellos ni Kepler podían dar una razón física de que los planetas se moviesen de una forma u otra. (21)

Me temo que el padre Carreira va demasiado aprisa en sus deducciones. Siguiendo su lógica podríamos decir que es mucho más plausible una intervención extraterrestre. En efecto, de las pocas cosas de las que podemos estar razonablemente seguros es que el lienzo de Turín procede de un lapso  entre los siglos XIII y XIV después de Jesucristo.  Ninguna explicación, milagrera o no, puede prescindir de los hechos que sean conocidos. Aunque Carreira se acoge a cualquier teoría que vaya en contra de la datación por radiocarbono (incluso no le hace ascos a los fraudes de Kuznestsov), ninguna objeción ha conseguido echar por tierra la datación de 1988, como vimos en las entradas correspondientes. Podemos descartar, pues, que el Hombre de Turín sea nadie del siglo I. Como tampoco la imagen corresponde a ninguna hagiografía de santo medieval, que muriera por las mismas causas que su Señor, que son bien patentes en el lienzo, debemos descartar la intervención divina del dios de los cristianos. Así que nos queda algún procedimiento mágico, satánico o de algún E.T. con ganas de divertirse. Naturalmente, a los sindonistas no les gusta esta explicación. Sin embargo, hay que señalar que “salva las apariencias” mucho mejor que la propuesta de Carreira que choca frontalmente con hechos bien establecidos. Quizás es que el padre Carreira utiliza de manera peculiar lo de “salvar las apariencias”.

Ahora bien, creo que la lógica del milagro, se lo atribuyamos a Dios o al Demonio, tiene bastantes lagunas que son independientes de la datación de radiocarbono. Primero que todo, precisemos qué es un milagro.

Un milagro, dicho brevemente, es “la violación de las leyes de la naturaleza”. (Hume, 2001:153). Podemos meter a Dios por en medio si queremos (“un acontecimiento resultante de una acción especial, mediante la cual Dios realiza algo imposible para todo poder humano” (Meier, 2000:598)),  pero esto no parece ni justificado en el caso del sudario de Turín ni realmente necesario, porque Carreira salva el obstáculo de tener que interpretar las intenciones divinas mediante un interesante quiebro. Podemos considerar, dice, que en la impresión de la tela no intervino ninguna finalidad, sino que es lo que ocurre cuando un cuerpo humano se desmaterializa. El milagro estaría en la causa última, la desmaterialización de un cuerpo muerto, no en los medios de la impresión, que son los naturales en esas circunstancias, por así decirlo. Con este expediente evita tener que dar cuenta de las incomprensibles razones de Dios para dejar testimonios milagrosos aquí y allá sin aparente orden ni concierto, argumento de cierto peso en la crítica escéptica que apunta a la sobrecargada inefabilidad de los designios divinos.

Así pues, dejemos de lado la intervención divina y digamos con Hume que un milagro es la suspensión evidente de las leyes de la naturaleza. He añadido la palabra “evidente” porque es la que introduce el autor escocés en las primeras páginas de su crítica a las explicaciones milagreras (“supersticiosas”).  En efecto, en las explicaciones científicas o racionales es raro que todos los argumentos caigan a favor de una y en detrimento de las demás. Normalmente el científico y el hombre razonable deben sopesar los pros y los contras de diversas suposiciones y, si no son unos insensatos, elegirán aquellas razones que tienen más peso. Naturalmente, las leyes que deben ser suspendidas cuando ocurre un milagro deben ser fundamentales. Nadie diría que hay un milagro porque un castor construya una presa donde no esperábamos. Digamos que estamos tratando de la vulneración de leyes fundamentales. En ese caso, debemos suponer que son leyes que tienen a su favor una abrumadora carga de prueba, que han sido verificadas innumerables veces y que, de ser suspendidas, producirían una revolución científica de importancia. De acuerdo con la mera lógica racional, para que esas leyes muy evidentes se supongan inválidas deberíamos presentar una evidencia irrefutable en su contra, porque sería insensato admitir pruebas inseguras en contra de leyes totalmente garantizadas. ¿Han presentado los sindonistas esa evidencia irrefutable? Me temo que no. Si nos atenemos a su crítica a la datación del 14C, el padre Carreira recoge todas las refutaciones que hemos visto que son inconsistentes (la técnica no es fiable, Kuznetsov, Frei, capa bioplástica, remiendo, etc.). Aunque le hagamos un gran favor y digamos que estas “evidencias” son indicios contra un tipo de datación sólidamente aceptado, en la cuestión que estamos tratando no valen indicios. Si esto ya resultaría impertinente para hablar de los fallos de la datación del año 1988, resultará totalmente irrelevante si queremos utilizarlo para la postulación de un milagro. No se demuestra un milagro con vagos indicios.

En el resto de pruebas que el científico-sacerdote pretende aportar a favor del milagro de la “desmaterialización” tampoco resulta ser muy contundente. Más bien consisten en un sencillo razonamiento: pVq, ~p, entonces q. (En lógica simbólica, eliminación de la disyunción). O la imagen fue hecha por alguien (o algo) o es sobrenatural; nadie (ni nada) pudo hacer la imagen, luego es sobrenatural. El problema es demostrar que nadie (o nada de este mundo, se entiende) pudo hacer la imagen. Y Carreira intenta aquí una maniobra a la desesperada: demostrar que no existe ninguna explicación natural que pueda dar cuenta de la imagen. Y a riesgo de ponerme pesado insisto que lo que está contrastando Carreira son dos hipótesis: que la imagen tiene un origen natural (manufactura o fenómeno espontáneo) y que la imagen fue producida por algo sobrenatural (resurrección o desmaterialización).

Como hemos visto no hay ninguna explicación que satisfaga las condiciones más o menos extremas que imponen los sindonistas. Pero Carreira va más allá: afirma que es imposible que así ocurra. Lamentablemente nada de lo que dice justifica esta imposibilidad. En algunos casos se compromete con enunciados de hecho de los que no tiene ninguna evidencia. “Cuando la tela se vio sometida a temperaturas suficientes para fundir la plata, en el incendio de 1532, no hubo cambio alguno en la imagen”. (8) No existiendo una descripción precisa de cuál era la apariencia de la imagen antes de 1532 y después, la frase carece de sentido. De que la imagen sólo sea visible a distancia (9) no se infiere que no pueda ser resultado de una pintura o medio similar. Entre otras razones, porque nadie pretende que el actual aspecto evanescente de la imagen sea el que presentó siempre. Hay muchas pinturas que han sido alteradas por el paso del tiempo y ahora tienen una apariencia totalmente diferente. A nadie se le ocurre pensar que Cimabue se volvió loco y pintó tal cual vemos ahora la Capilla de la Crucifixión en la basílica de San Francisco de Asís (1280-83) (Calvo 2010).  En otros casos controvertidos, Carreira toma por argumento irrefutable (tengamos en cuenta que hablando de milagros el argumento no puede ser probable) el que conviene a sus intereses. Por ejemplo, (nota 10) desautoriza a McCrone dando credibilidad a las tesis de Adler y Heller. Cada cuál es muy libre de sopesar los argumentos de uno y otros e inclinarse del lado que mejor le cuadre, pero hablando de milagros todas precauciones son pocas. Si tenemos un reputado científico que afirma X y dos menos reputados que afirman Y, el sentido común nos dice que para eliminar toda sobra de duda sería necesario que algún científico independiente replicara los experimentos en liza e hiciera nuevas pruebas para dirimir la querella. Si esto debería ser así en cualquier discusión científica, no digamos cuando estamos metiendo teologías por en medio. Lamentablemente los propietarios del sudario de Turín (la iglesia Católica) y de las fibras extraídas por el STURP son guardianes notablemente celosos. Desde que los primeros intentos no fueron de su gusto no dejan que los examinen más que los colegas de su cuerda. Con semejantes supuestos, afirmar que las tesis de Adler y Heller son ciertas sin asomo de duda es una mera creencia del padre Carreira.

Lo más que podría decir Carreira, y sería verdad, es que la imagen del lienzo de Turín se ha producido por causas que desconocemos a ciencia cierta. O sea, que no podemos explicarlas en detalle. Esto no tiene nada de extraordinario. Hagamos una breve exposición divulgativa: Una explicación consiste en la deducción de un enunciado particular, generalmente de tipo causal (“X es así debido a estas razones”), en donde las razones son un entramado de leyes de tipo universal (“todo cuerpo que cae desarrolla su movimiento en función de g”, “todo cuerpo sumergido en el agua es empujado hacia arriba con una fuerza igual que el peso del agua que desaloja” y otras bastante más complejas) y una serie de circunstancias particulares (“X está a 200m sobre el nivel del mar”, “X se ha sumergido en un baño de agua salina”, etc.). La explicación consiste en la deducción de la conclusión a partir de la combinación de leyes y circunstancias. Naturalmente, la predicción, que es la confirmación de la explicación hipotética que hemos dado mediante nuevos experimentos, sólo podrá efectuarse en el caso de que seamos capaces de poner en juego leyes suficientemente contrastadas y circunstancias precisamente controladas. La imposibilidad de utilizar variantes conocidas puede llevar a impedir el proceso explicativo. Y eso es exactamente lo que pasa con las hipótesis referidas al lienzo de Turín. Nadie sabe exactamente cuáles fueron las circunstancias de almacenamiento durante siglos, si se realizaron una serie de ordalías que la tradición nos ha transmitido, si alguien retocó la tela durante algunos periodos de su existencia, etc. Ni siquiera puede descartarse la hipótesis extrema de que la tela haya sido sustituida en algún momento de sus periplos semiclandestinos por Europa. No sería la primera vez que manipulaciones semejantes se han realizado con prestigiosas reliquias. En esas condiciones toda explicación exhaustiva resulta simplemente imposible. Y el sudario de Turín no es un caso único en este sentido.

Los sindonistas suelen argumentar a favor del milagro aduciendo que nadie ha podido reproducir la imagen del lienzo utilizando medios técnicos similares a los de la Edad Media. Naturalmente, hablan de reproducir con las mismas características microscópicas que ellos detectan. Y dicen que eso implica un milagro. Pero tendríamos que suponer muchos milagros en la historia de los artefactos humanos. Las llamadas “piedras azules” de Stonehenge pesan unas cincuenta toneladas y proceden de canteras situadas a doscientos Km. de su emplazamiento actual. Nadie ha podido mover piedras similares más allá de unos cientos de metros con medios existentes en la Edad del Bronce. Milagro, pues. El Partenón fue edificado en diez años con una extraña particularidad: para producir una sensación de armonía visual las líneas no son exactamente rectas, sino ligeramente curvas, y no hay dos columnas que midan lo mismo. Esto implica que no hay una piedra que sea exactamente igual que otra y, sin embargo, todas encajan de tal manera que no se pude meter un pelo en las junturas. Los trabajos de restauración, que obviamente se realizaron con maquinaria moderna, duraron  más de treinta años y no abarcaron la total edificación del monumento. Milagro, pues.

Salterio. British Library. 1210

 

Así que existen muchas razones de por qué un artefacto del pasado no puede ser explicado ni reproducido milimétricamente. No sólo el tiempo es imposible de imitar, como decía Garlaschelli. También nuestro desconocimiento de las circunstancias exactas de fabricación y conservación. Exigir que se replique un artefacto tal con una precisión de micras es pedir un imposible. Y, por dar una vez la razón a Raymond Rogers, cometer una falacia non sequitur. «Muchos escritores que están defendiendo una posición religiosa/milagrosa toman esta afirmación para significar algo así como ‘Si la ciencia no puede explicar lo que se observa, debe haber un origen milagroso’. Los griegos conocían esta falacia como un salto argumentativo antes del año 300 a.de C. El hecho de que la ciencia no haya encontrado todavía una explicación no prueba nada»  (Rogers & Arnoldi, 2002:2). Del hecho de que no podamos dar cuenta exhaustiva de algo no se sigue necesariamente que sea milagroso, sino que no conocemos algo. Para apelar al milagro harían falta circunstancias que no se dan en el caso del lienzo de Turín.

Pero mucho más si ni siquiera estamos de acuerdo en cuáles han de ser las características de la réplica. Porque los sindonistas no están de acuerdo ni siquiera sobre esto. De ello hablaré en las siguientes entradas.

Bibliografía.

Calvo, José Luis: “Inauguramos una nueva sección (VII)”. Escritos desde el páramo. “La Sábana Santa”. Publicado: 17/11/2010 17:49. Consultado 14/01/2013 8:28. http://fenix.blogia.com/temas/sabana-santa.php

Carreira, Manuel: “La Sábana Santa desde el punto de vista de la Física”. Biblia y Fe, 70, vol. XXIV (enero-abril 1998), pp. 173-195

Hume, David: Investigación sobre el conocimiento humano. Madrid, Alianza Editorial, Col. Área del conocimiento: Humanidades, 2001.

Meier, John P.: Un judío marginal. Nueva visión de un Jesús histórico. Estella, Verbo Divino, tomo II/2. “Los milagros”, 2000.

Rogers, Ray; Arnoldi, Anna: “Scientific Method Applied to the Shroud of Turin”, 2002. www.shroud.com/pdfs/rogers2.pdf .

7 comentarios
  1. Odiseo permalink

    Hola Mo, me alegra leerte de nuevo en sitios que tratan el tema de la Síndone de Turín desde un punto de vista escéptico. Quisiera llamarte la atención sobre una imagen que podría resultarte interesante para cuando trates el tema de la supuesta tridimensionalidad de la imagen de la Síndone:

    imagen que forma parte de una exposición de cartografía patrocinada por Caixaforum:

    http://infoenpunto.com/not/7260/caixaforum_barcelona_muestra__ldquo_cartografia_contemporanea__dibujando_el_pensamiento_rdquo_/

    Como podrás ver, se trata de la representación de un rostro humano formado por curvas de nivel cuyo tono se va haciendo más oscuro según aumenta la altura del relieve, una imagen perfecta para que genere un rostro humano bien proporcionado en 3D con los métodos informáticos que se han aplicado a la imagen de la Síndone y que los sindonistas pretenden utilizar para demostrar su carácter milagroso.

  2. Moreno permalink

    Buen trabajo.

    Tremenda inconsecuencia la de los medios sindonistas, que claman «¡Milagro!» porque la Ciencia -supuestamente- no es capaz de reproducir las características microscópicas que ellos -y, en algunos casos, sólo ellos- detectan, pero no admiten que se estudie la tela por medios independientes.

    Pasa lo mismo con las distintas reliquias adoradas -que lo son- en muchas iglesias. Sangres, momias, telas, etc, cuyo estudio científico no es admitido. La Iglesia suele prevenirse de los fiascos diciendo que no alienta su condición de reliquia auténtica y su adoración, sino sólo su admiración por la tradición (exactamente como hizo tras la prueba del C14 con la Sindone) pero para el necio vulgo, es lo mismo; son las pruebas de la existencia auténtica de milagros, santos y demás pàtulea sobrenatural.

    El otro día leía que un arqueólogo arágonés, Antonio Beltrán, había «demostrado» que el Grial de San Juan de la Peña (actualmente conservado en Valencia) «era del siglo I».. Entiéndase que se refiere a la copa, no al adorno de orfebrería posterior.

    Bien, buscando en Internet confirmé que, efectivamente, en muchos sitios se aseguraba que el estudio de Beltrán había «confirmado»· que se trataba de una copa del siglo primero y «seguramente» de la que se usó en la Última Cena.

    En una de ellas, sugerentemente llamada «La búsqueda del Santo Grial» aparece una entrevista [supuestamente] mantenida con el propio arqueólogo. http://perso.wanadoo.es/ricardo.cob/nov35.htm

    Vaya por delante que nada me hace dudar de la honestidad del profesor Beltrán, todo lo contrario, pero que fuera (creo que ya falleció) un creyente convencido y que la comisión sea formada por «don Vicente Moreno Borja, canónigo celador del culto del Santo Cáliz y prefecto de Sagradas Rúbricas de la catedral. Los trabajos de desmontado de piedras y elementos Fueron realizados por el orfebre Francisco Pajarón Suay, y tuvieron como testigo a don Guillermo Hijarrubia Lodares, vicario general del Arzobispado. Las fotografías fueron realizadas por don J. Cabrelles Sigüenza. Todo ello auspiciado por el arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea.» hace que uno se dé cuenta de que es posible, quizás posible, que los trabajos hayan sido dedicados a confirmar una creencia previa más que a estudiar imparcialmente un objeto.

    Y más cuando la conclusión sobre la copa (el único objeto que pudiera ser auténtido del siglo primero arroja (según la propia página web: «Copa superior procedente de un taller orienta!, helenístico-romano, fechable entre los siglos IV a.C y l d.C., y más concretamente, en los IV a.C.» ¿Es creíble que en la Última Cena de unos fervorosos judíos se usase un objeto de trescientos años de antigüedad de la pagana Alejandría? ¿No sería que en algún taller de reliquias falsas de Alejandría se echó mano de alguna copa muy antigua de alguna tumba helenística para confeccionar un objeto que diera el pego?

    Y, sin dudar, como digo, de la honestidad del profesor Beltrán o del Doctor Hardem (Donald Harden, en realidad) ¿de verdad el arco temporal de datación del objeto como más probable es hasta el siglo I, o lo alargan para abarcar el tiempo de la vida de Jesús de Nazareth? Como bien explicáis cuando se habla de la Sindone, la datación de un objeto entre, por ejemplo, 1350 y 1500 no excluye al 100 % que sea de 1550, sólo lo hace más improbable. Y no digamos si no existe una prueba objetiva como el C14

    Por no alargar más este comentario, la [presunta] conclusión del arqueólogo a la preguinta del entrevistador es de lo más curioso:

    «- Afirma ser escéptico y pragmático en sus trabajos, pero las conclusiones del análisis avalan la autenticidad dela reliquia valenciana. ¿Estamos ante el auténtico Santo Grial?

    – No puedo asegurar que éste sea el cáliz de la Ultima Cena. Lo que sí puedo asegural; como arqueólogo, es que no hay ningún argumento en contra que determine que este cáliz pudiera haber sido utilizado en la cena pascual. Si estuvo o no estuvo, no lo sé. »

    Sí. Con esos argumentos, tampoco hay ningún argumento en contra de que fuera la Copa con la que bebía Tolomeo, o el propio Alejandro Magno.

    Pero de esta vaga declaración nace la «seguridad» asumida por los grialistas de que Beltrán «confirmó» la autenticidad del Grial.

    ¡Ah! No hagan caso de la afirmación de que Beltrán era escéptico. Hasta donde yo sé, todas las páginas sindonistas, grialistas, de apariciones marianas incluso ufológicas, presentan como pruebas fervorosos creyentes que se afiirma antes fueron furibundos descreídos (hasta Iker Jiménez dice serlo),

    Bueno, perdón por el rollo, pero es que me he emocionado (o sea, que me he enrollado) con el tema. Si tienes algún enlace que trate de este tema (la autenticidad de los griales) os lo agradeceré.(he leído el libro de Eslava Galán, también la página de CAlvo sobre el ciclo de Artur, Perceval, etc (¡qué bueno!) pero no sé si hay algo bueno sobre las reliquias en sí.

  3. Moreno permalink

    Tanto hablar y quizás no haya dejado claro (aunque está dicho) que el comentario viene a razón de que, como en tantos otros sitios esotérico-ufológicos, en la entrevista, como en los medios sindonistas, hacen el deficiente «salto argumentativo» de «NO PUEDO PROBAR QUE X SEA FALSO», luego «X ES CIERTO».

    E, insisto, mis sospechas de manipulación se inclinan más a los entrevistadores (la archiconocida «Más Allá») que al Profesor Beltrán.

    De hecho, si ustedes se fijan, la datación de la copa como de «Copa superior procedente de un taller orienta!, helenístico-romano, fechable entre los siglos IV a.C y l d.C.,» es, en sí, un poco rara. El período helenístico (estrictamente hablando) se extiende en Alejandría (último reino helenístico) del siglo IV a.JC hasta el s I ANTES de JC. Obviamente, nada impide que se siguieran fabricando copas en Alejandría con el mismo estilo decenas de años más, o incluso siglos (ya no digamos usando, o que se pudieran adquirir) pero ¿por qué no extenderlo a lo que algunos llaman período Greco-romano, esto es, del siglo IV a. JC hasta la muerte de Teodosio el Grande y la separación del Imperio Romano?

    Me parece sospechoso detenerse (o llegar hasta) el siglo I después JC, y máxime cuando la propia datación precisa, según la revista «y más concretamente, en los IV a.C.». Pero, como digo, si alguien hace trampa, apuesto por «Más Allá» (y los medios grialistas que también aprovecharon este trabajo del profesor Beltrán)

    Y ya paro.

  4. Moreno permalink

    Enviado el 21/01/2013 a las 9:28 pm

    Muchísimas gracias a los dos, amigos.

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