¿Qué vieron los discípulos/as de Jesús tras su muerte?
Con frecuencia los seres humanos tenemos creencias o ideas que no encajan con los hechos (por ejemplo, yo creo que tengo un matrimonio perfecto, pero en la fiesta de mi cumpleaños me encuentro a mi mujer mirando intensamente al vecino). En psicología esto no se llama quedarse con cara de tonto, se llama disonancias cognitivas y da lugar a un estado de tensión que exige resolverlas. La disonancia puede reducirse cambiando el comportamiento, alterando una creencia, o añadiendo una nueva. En el ejemplo que he puesto: reto a duelo al vecino, ahora creo que mi matrimonio es un desastre o me convenzo de que la mirada no era de amor sino de rechazo ante los indebidos avances de “ese individuo indeseable”. En todo caso, la situación es tan desagradable que tengo que solucionarla como sea. Este es el problema de las disonancias cognitivas.

Cristo con los discípulos de Emaús, Paris, 1470-80.
Lo que sigue es un comentario resumen del artículo de Kris Komarnitsky “The Rationalization Hypothesis: Is a Vision of Jesus Necessary for the Rise of the Resurrection Belief?”, aparecido en Κέλσος el 4 de enero de 2019 (https://celsus.blog/2019/01/04/the-rationalization-hypothesis-is-a-vision-of-jesus-necessary-for-the-rise-of-the-resurrection-belief/ ) Consultado 11/05/19.
Previamente en https://sombraenelsudario.wordpress.com/2017/11/24/el-jesus-historico-xii-donde-jesus-de-galilea-se-cruza-con-la-sabana-santa/
En medios tradicionales, incluyendo los que presumen de novedosos, está bastante extendida la hipótesis de que, tras la muerte de Jesús, hubo un cambio radical de creencias en los primeros cristianos provocado por una serie encadenada de visiones del Cristo resucitado. Nada podría explicar, según esta tesis, que un grupo de seguidores empavorecido, desanimado y disperso se reagrupara al poco tiempo con una fe renovada e inquebrantable. Primero ellos creían en un mesías más o menos convencional, pero luego de las apariciones, se fortaleció la creencia en un mesías divino, más o menos equiparado a Yahvé. Este cambio debió producirse en muy poco tiempo. Larry Hurtado, que ha mantenido esta tesis recientemente, llega a hablar de “semanas” tan sólo.
El artículo de Komarnitsky se inicia con un repaso a las experiencias traumáticas de algunas sectas que han visto dramáticamente defraudadas sus expectativas (“disonancia cognitiva”) y han dado un salto adelante para superarlas: el grupo estudiado por Leon Festinger que llamó de “Salt Lake”, los milleritas, los seguidores de Shabtai Tzvi (o Shabbatai Sevi) y los lubavitcher. (Sobre primero ya escribí una serie de entradas: https://sombraenelsudario.wordpress.com/2018/06/26/los-guardianes-estan-entre-nosotros-i-cuando-la-profecia-falla/ )
Las conclusiones de esta primera parte del artículo de Komarnitsky contradicen la hipótesis de los exegetas cristianos en varios puntos:
-A pesar del impacto emocional de la disonancia, no se necesitan visiones para dar un salto adelante. En las sectas que se analizan, las racionalizaciones, como llama Komarnitsky a los cambios de creencias tras un trauma de disconfirmación, se dan sin ellas. Habría que matizar el caso de Salt Lake, pero básicamente él tiene razón porque las “visitas” de los extraterrestres a los “buscadores” eran visiones en un sentido muy débil y no comparables a las de Jesús según los evangelios. En ellas se conocía al enviado extraterrestre bajo un aspecto de persona normal, que sólo se reinterpretaba a posteriori como un disfraz de su verdadera naturaleza. No es lo mismo que ver un Cristo resucitado con efectos de luz y apariciones/desapariciones espectaculares.
-Las nuevas creencias pueden ser creativas. Introducen elementos que no estaban en los presupuestos de la doctrina inicial. De la misma manera que la creencia en Jesús como mesías más o menos convencionalmente judío se transformó en una nueva creencia en un tipo de divinidad que no existía antes. Uno y trino, ya saben. Komarnitsky señala como en los casos analizados las creencias en los líderes se transforman sobre bases que no existían previamente. Sin embargo, se puede objetar que ninguna de las creencias que él analiza fue tan rompedora con las bases de creencia previas a la disonancia cognitiva como la cristología cristiana. El concepto de resurrección del cuerpo, por ejemplo, parece típicamente cristiano si lo comparamos con el contexto judío. Pero el enfoque de Komarnitsky me parece erróneo. Lo que yo discutiría no es la originalidad del cristianismo, sino que esta apareciera de la noche a la mañana. La realidad es que fue el resultado de una lenta elaboración en la que intervienen místicos, teólogos cultos y concilios. De todo ello resultaría una teología sincrética que utiliza elementos nuevos encastrados en creencias judías y paganas. Por ejemplo, las imágenes de los profetas y héroes transportados por los dioses al cielo en cuerpo y alma se combina con la de dioses resucitados en el paganismo. No sería muy diferente de las combinaciones de los racionalizadores de las sectas que él analiza.
-Komarnitsky se enfrenta a la objeción de algunos defensores de las visiones de Jesús: ¿por qué en este caso y no en el de los líderes judíos de la misma época que fueron derrotados por los romanos? Jesús no fue el único líder carismático que fue perseguido y muerto por las tropas imperiales. Que sólo Jesús fuera divinizado exige alguna explicación específica para esta excepcionalidad. Pero según Komarnitsky, el caso de Jesús se explica por dos condiciones para el salto adelante que no existieron en los otros: el cadáver había desaparecido y Jesús no dirigió un alzamiento militar.
Aunque puedan reforzar sus argumentos, estas dos condiciones son innecesarias. En el caso de Jesús la capacidad de dar un salto adelante se da ante un fiasco mayúsculo: el de la profecía estrella, la inminencia del Reino. Quiero decir que la disonancia cognitiva se da porque ocurre una flagrante disconformidad de una creencia con un hecho que parece incuestionable. Mayor “cadáver” que se encontraron los seguidores de Shabtai Tzvi ante la pública conversión al islam de su profeta es difícil de encontrar. Y el fracaso de la segunda venida del Cristo era tan patente como la existencia del cadáver de un cabecilla sublevado. El mismo proceso de recuperación anímica que tuvo lugar, según los documentos evangélicos, podría haber ocurrido ante el cuerpo muerto del Cristo. Los discípulos podrían haber elegido la opción de considerar una resurrección sin el cuerpo, en la tradición helenista, por ejemplo. Tampoco el fracaso militar de un líder puede impedir la racionalización. No sé si ustedes conocen el final de la película ¡Viva Zapata!, de Elia Kazan. El ejército deja el cadáver acribillado del guerrillero en la plaza del pueblo para desanimar a sus seguidores. Pero los campesinos se acercan y uno de ellos exclama: “Está tan deformado que podría ser cualquiera. Son estos los que quieren que creamos que Emiliano ha muerto”. Y la cámara enfoca a contraluz y vista de gusano el caballo de Zapata que relincha en una colina. La leyenda está servida. La imagen me viene al pelo para ilustrar mi tesis. Más bien es la constatación de su muerte física la causa que pudo empujar a convertir a Jesús, el profeta, en un semidiós por encima de la aparente derrota ante las fuerzas del Mal. Sólo es una batalla, la guerra continua. Jesús es derrotado por los arcontes de la Tierra, pero no importa. La derrota estaba prevista —como había previsto Shabtai Tzvi su falsa conversión—, la guerra continúa en otro plano divino en donde se convierte en triunfo. No es que la evidencia de la derrota impidiera la racionalización, es que es parte de ella.
El problema de Komarnitsky es que pretende explicar las racionalizaciones, como si estas siguieran una lógica racional. Y lo que explica justamente la teoría de la disonancia cognitiva es que en situación de stress los creyentes pueden inventar las cosas más raras para salir adelante. En la misma línea intelectualista, está demasiado obsesionado con encontrar una explicación a todo. Es víctima del ansia de totalizar, es decir, encajar cualquier dato dentro de una teoría. ¿Por qué fue Alejandro Magno y no otro el que conquistó un imperio helenístico? ¿Por qué Bruto eligió los idus de marzo para cargarse a César? Manía ultra-racionalista. Que todo tenga explicación, que nada se escape. En todo caso, el énfasis apocalíptico de Jesús, frente a otros mesías simplemente militares, que se limitaban a la tradición del rey guerrero davídico, puede explicar la facilidad con que su muerte pudo ser compaginada con la espera de su regreso, dado que le otorgaba una transcendencia celeste en la que los episodios terrenos podían ser considerados secundarios respecto a algo superior. Pero de ahí a encontrar una serie de condiciones necesarias y suficientes que expliquen el proceso hay un trecho. Afirmar que el Cristo fue un caso especial en el mundo antiguo no significa que sea milagroso. La historia está llena de individualidades sorprendentes que no acaban de explicarse simplemente por las circunstancias sociales en las que se produjeron porque dependen del azar histórico. Encontrar explicación para todas ellas es tarea digna de dioses, que diría Platón.
La segunda parte del artículo resume una serie de estudios sobre las visiones (especialmente de rememoración de personas muertas). Es lo que me interesa.
Estas visiones son muy diferentes de las que narran los evangelios. Los evangelistas hablan de experiencias que envuelven una gran complejidad sensorial y diálogos extensos y detallados, mientras que las investigadas por los psicólogos se refieren a sensaciones auditivas y lumínicas simples. Los visionarios tienen la impresión de una voz que les llama o ven una figura sentada frente al fuego que sonríe y se desvanece. Muchas veces el sentido o las palabras exactas no están claro y la aparición dura apenas unos segundos como mucho. Son como la intensificación de una impresión que muchos hemos tenido cuando hemos perdido a alguien cercano: a veces hemos visto a alguien que nos recordaba tanto a la persona muerta que, a pesar de que éramos conscientes de que era otra, nos parecía estar viéndola realmente. Además, la manera como se transmite la experiencia tiene mucho que ver con la forma definitiva que adopta el relato. Una mujer afirma que se le apareció su marido muerto y que ella se lanzó en sus brazos y se recostó contra su pecho. Dicho así parece que estamos ante una visión que entraña un contacto físico, similar a las que se cuentan en los evangelios. Pero después la mujer añade: “Cuando abría los ojos la visión desaparecía, pero volvía una y otra vez cuando los cerraba”. Esto aclara que no está hablando de una aparición táctil, sino de una ensoñación intensa. La escena ha cambiado totalmente, pero alguien que refiera exclusivamente la primera parte puede transmitir una idea totalmente falsa de lo que se está hablando. Esto es importante porque los relatos de los evangelios pasaron por bastantes manos anónimas durante años antes de tomar su forma definitiva.
La idea de que el progreso de las creencias cristianas depende de las visiones es contraria al dato de que la racionalización previa es decisiva en las visiones. Los fantasmas son vistos por personas que creen en ellos previamente o han sido educadas en un ambiente que considera sus apariciones como hechos reales. Una persona racionalista que tiene una sensación extraña la interpreta de otra manera que no incluye lo sobrenatural. Las apariciones entre los grupos que experimentan la disonancia cognitiva entran en las necesidades de los individuos en crisis, corresponden a sus deseos y/o sirven para salvar un compromiso vacilante. Los que abandonan decididamente el credo no suelen recibir este tipo de visitas.
Por eso, aunque las historias de las apariciones de Jesús en los evangelios son confusas y contradictorias, no coinciden, son un hecho de capital importancia para los cristianos porque, como dice Pablo, “si Jesús no resucitó, nuestra fe es vana” (1 Corintios 15:14). Pero siendo algo tan esencial, no se entiende muy bien como la memoria de los testigos flaquea de tal manera que ofrecen relatos incompatibles. Probablemente porque los que construyeron los relatos de la resurrección no eran los discípulos directos de Jesús, que salieron despavoridos después de su prendimiento, según los evangelios. No todos los seguidores de una secta que experimentan una disonancia cognitiva consiguen superarla. Muchos abandonan. Como sugieren los propios evangelios y la lógica, la mayoría de los seguidores del Cristo debió regresar al lugar de donde procedían, Galilea. Sin embargo, la iglesia primitiva, siempre según los evangelios, se consolida en Jerusalén, lugar en el que tienen lugar las apariciones divinas más sonadas, siempre según los evangelios, como la de Pentecostés. Lo que se sugiere aquí es una refundación efectuada por un grupo de composición diferente del original. Esta situación parece altamente favorable para la formación de racionalizaciones y leyendas en torno a las apariciones del mesías. Si los que las transmiten no eran los que estaban junto a Jesús en su prédica original, la posibilidad de deformaciones, e incluso invenciones, es mucho mayor.
Conclusiones:
En conclusión, puede que no haya manera de establecer objetivamente lo que vino primero, la creencia en la resurrección o las apariciones de Jesús, pero de cualquier manera el concepto de racionalización tiene mucho que decir. El concepto de racionalización inducida por la disonancia cognitiva podría utilizarse para mejorar significativamente el poder explicativo de la hipótesis de las visiones, o podría ser usado para explicar el surgimiento de la creencia en la resurrección sin ninguna visión en absoluto (Komarnitsky, p. 25)
Dicho de otra forma: no hay manera de saber ciertamente qué ocurrió en las fechas posteriores a la muerte de Jesús, pero con seguridad lo que allí pasó no tuvo mucho que ver con las leyendas evangélicas sino con un proceso de superación de un trauma original.
David, veo algunos errores en tus menciones del nuevo testamento.
Uno, flagrante, la aparición de «pentecostés» no se narra en los evangelios… sino ¡en Hechos! y no es una aparición de Jesús, si no la presentación en público del Espíritu Santo el domingo de Pentecostés (50 días después de la crucifixión).
Por otro lado, el evangelio de Marcos, hasta 16,8, remite las apariciones del resucitado a Galilea, cfr. 16,7 «<>», tal como les dice a las mujeres para que se lo transmitan «a sus discípulos», el «joven sentado a la derecha, envuelto en vestidura blanca». Y lo mismo hace Mateo en 28,7 y 28,16 “Los once se fueron a Galilea, al monte que les había ordenado…”.
Incluso Juan coloca las apariciones principales junto al Lago Tiberiades, en el Norte de Galilea, en el capítulo de cierre, el 21.
Únicamente Lucas, desviándose de Marcos a quien copia en general la narración de la vida pública de Jesús, establece Jerusalén como el lugar donde aparece resucitado, y donde deben permanecer los discípulos [Hc 1,4 “les mandó no alejarse de Jerusalén”] como la Iglesia Una del comienzo. Para que, como dice Lc 24,47, “en su nombre se predicara la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.” La obsesión de Lucas, tanto en el evangelio como en Hechos, naturalmente, como se ha puesto de relieve desde Ferdinand C. Bauer, es asegurar que en el principio existió unidad y unanimidad entre todos los sectores del movimiento de Jesús. de modo que la Iglesia de Jesucristo nació de una primera iglesia única, unida y unánime. Probablemente la razón de ello es establecer un mito del origen, como razón de fondo para condenar la desviación de las diversas tendencias de finales del siglo I, que se resistían a confluir en la Gran-Iglesia. Para ello nada mejor que referir la pretendida unidad y unanimidad respecto de los míticos personajes del origen que constituían los referentes de los distintos sectores, desde los “apóstoles”, algunas mujeres, María, la madre de Jesús y sus hermanos, todos constantes unanimemente en la oración.
Miguel: Te darás cuenta de que escribí «apariciones divinas» y «más sonadas». No sólo me refería al Espíritu Santo, sino a los ángeles junto a la tumba o a las que menciona Pablo (testigos en Jerusallén), etc. Sí, tienes razón de que hablo de evangelios a veces sin precisar. Puede que haya metido a Pablo en alguna ocasión dentro de ellos. (No es tan descabellado, que él también predicaba las «buenas noticias»). Pero para mi argumento daba igual que fuera en los Hechos. Al fin y al cabo, «Lucas» es «Lucas», quienquiera que fuera.
Hombre, David, «Lucas es Lucas», aunque no es seguro que el del evangelio y Hechos sean el mismo. Y para tu argumento será lo mismo, pero no para el mío. Pues la cuestión fundamental, para mí, es que el movimiento de Jesús de primera hora se desarrolla sobre todo en Galilea, según Mc y Q. Tradición de la que la comunidad de Lucas se desvía conscientemente.
Sin embargo, algo pasó en Jerusalén en los días posteriores a la crucifixión que atrajo a los personajes masculinos del movimiento, y les hizo permanecer allí algún tiempo.
Ese algo deben ser las leyendas de la resurrección elaboradas con toda probabilidad por las mujeres «que seguían a Jesús», las únicas que habrían permanecido junto al maestro en su hora más amarga. Las dudas sobre creer a las mujeres fueron muchas entre los discípulos masculinos, tal como refleja Mt 28,17, o el apéndice largo de Marcos, 16,11, 13-14.
Sin embargo, Pablo y Lucas, no hacen la más mínima referencia a las apariciones a las mujeres. A pesar de que Lc 24,13 a 33, es una expansión de Mc 16,12, respecto de los que reciben la aparición camino de Emaús, el antecedente de ese episodio en Marcos es la aparición a las mujeres, en Lc es el versículo 24,34, «Verdaderamente resucitó el Señor y se apareció a Simón».
Esa voluntad de poner a Pedro por encima, y de orillar no ya la prioridad, si no la mera existencia de las apariciones a las mujeres, toma pie en Pablo, 1cor 15,4-5-6-7, «resucitado según las escrituras, se apareció a Cefas y después a los doce. Después a más de 500 hermanos a la vez… después a Santiago y después a todos los apóstoles:» Obsérvese como ajusta cuentas también con el «jefe» de la iglesia/sinagoga de Jerusalén, Santiago el Justo, a quien coloca detrás de los doce (¿incluso de Judas?), y de otros 500.
Qué pasa con Lc y Pablo? Porque no le copia como hace con Mc. Pues, pareciera, que se mantiene un mismo interés desde principios de los 50, hasta fecha tan tardía, como 3 o 4 décadas después. El interés es muy probablemente el de los seguidores de Pedro-Cefas y Pablo que confluyen en la Gran-Iglesia al final del siglo I, el de preterir a los otros sectores, particularmente a los Helenistas-las viudas, cuya figura de referencia es la Magdalena, y el de los judeo-cristianos que tienen como principal a Santiago el Justo.
No sé como decirlo para que nadie se me enfade, pero yo no creo nada de lo que cuentan los textos del NT. Es decir, creo que a finales del I o principios del II tenemos unos textos que pretenden ser esto y aquello. Pero están tan sobados y resobados, manipulados y retocados que lo único que se puede decir con certeza es que forman parte de una escritura polifónica que, con frecuencia, desafina porque las sopranos van por un lado y los bajos por otro. Hacer historia de los eventos con este tipo de textos es imposible. Otra cosa es la historia de las creencias de su tiempo. Y sí. «Lucas» es «Lucas» si lo dicen los expertos en análisis textual, pero no pretendamos ir más allá de esta afirmación básica. Porque contradicciones entre «Lucas» y «Lucas» las hay, y no pequeñas.