El silogismo de la Resurrección y la Sábana Santa.
Dicen los filósofos analíticos que la función de la filosofía es deshacer los enredos del lenguaje de la metafísica. No sé si es esa la única manera de entender la filosofía, pero, desde luego, es una. A pesar de la tendencia a considerar que esta es una tarea fácil, siempre me ha parecido que con los grandes metafísicos a veces no es tan sencilla. Claro que la cosa se simplifica cuando analizamos el lenguaje de los teólogos de segunda fila. Pondré un ejemplo. Se trata del teólogo metido a filósofo Jean Guitton. En un congreso de sindonólogos del año 2002 en París, fue traído a colación por un profesor de religión italiano, Alessandro Malantrucco, en su ponencia: “The Shroud and the Gospels Among History, Science and Faith – Some epistemological remarks” (https://www.shroud.com/pdfs/Malantrucco_Parigi_2002_ING.pdf ) A juicio de Malantrucco, Guitton es un “prominente académico” que ha proporcionado una “contribución fundamental al problema histórico-crítico de Jesús”. Vive el cielo que no conocía tan fundamental contribución, pero, a juzgar por la extensa cita que Malantrucco incluye en su texto, tengo ciertas dudas de la relevancia de M. Guitton.
Resurrección de Lázaro, Salterio de la segunda mita del siglo XIII. (Carpentras)
El artículo completo es el consabido intento de colar la teología con los hábitos de la filosofía, la historia o la ciencia. No despliega demasiados recursos en esta titánica tarea, así que no tiene mayor interés. Me limitaré a la cita de Jean Guitton que es el epicentro del trabajo.
Hay dos maneras de afrontar el problema de la resurrección»(…). «Dos caminos que se unen, atados el uno al otro como premisas del primer silogismo, en el que el la mayor enuncia una proposición a priori, una exigencia y la menor es una proposición a posteriori, enuncia una existencia. Quien cree en la resurrección supone ante todo un axioma fijado por la inteligencia filosófica, axioma que dice: la resurrección no es imposible, es posible y tiene su lugar en una concepción general de la naturaleza, del ser y del devenir. Luego viene una experiencia basada en el fenómeno. Y aquí ya no somos filósofos, sino historiadores: estudiamos testimonios basados en un hecho «único en su género», asumimos la actitud del erudito. La creencia, ve de manera profunda, concluye, es decir, reasume, sintetiza, recapitula estas dos proposiciones antecedentes: la resurrección es posible, la resurrección ha sido comprobada. Aquí, como en los problemas supremos, es necesario mantener juntos dos puntos de vista, dos educaciones, dos actitudes de espíritu: la primera, que es el conocimiento de lo preliminar y la implícita, de toda esa infraestructura lógica que entra en nuestros pensamientos más pequeños, es una función del pensamiento puro de la «filosofía»; la segunda actitud derivaría más bien del conocimiento de lo singular llamado «historia». ( Guitton, J. Filosofia della risurrezione, Roma, 1981 (Edición original en francés, 1978), pp. 11-12)
Realmente, no sé muy bien qué pretende el “prominente académico” en este párrafo. Yo diría que se ha hecho un lío o pretende hacernos un lío. Para empezar, lo que llama “silogismo” no tiene nada de silogismo. Ni siquiera la apariencia. Ni término medio, ni premisa mayor, ni menor. Ni mucho menos de la primera figura de silogismo, llamado barbara por aquello de la mnemotecnia. Por no haber no hay ni conclusión formal. Llamar “silogismo” a un supuesto razonamiento que no lo es tiene dos funciones: o es un mero recurso poético o es una manera de engañar a los incautos. Supongo que será lo primero.
Pero dejando de lado la cuestión formal, el argumento no tiene ni pies ni cabeza y se basa en varios malentendidos.
Tomemos la primera supuesta premisa: “Resucitar es posible”. Guitton pretende que es un “axioma” filosófico. Lo de axioma me parece un disparate. Un axioma es algo reconocido como evidente por todos los que practican una ciencia o saber, pero muchos filósofos (la mayoría) no estaría de acuerdo en que tal cosa sea posible. Ni siquiera está claro lo que quiere decir el autor. ¿En qué sentido es posible la resurrección? Es posible en los cuentos de hadas, en la literatura de ciencia ficción, en los mitos religiosos, en los sermones dominicales… Pero no es posible en la ciencia. La existencia de un ser muerto que resucitara espontáneamente o por efecto de un ensalmo, como sucede en los evangelios, daría al traste todo lo que sabemos de la descomposición de los cadáveres y su irreversibilidad. Además, si alguna vez la ciencia consigue resucitar a alguien no será con el “levántate y anda”, lo mismo que no hará que los ciegos vean poniéndoles saliva en el párpado. Así que la posibilidad de la que se está hablando en la primera “premisa” no es científica. Es religiosa o metafísica, en el mejor de los casos. Que es otra cosa.
A la segunda “premisa” que Guitton propone le llama “fenoménica”, que se basa en fenómenos. Sigo sin tener idea de que está hablando. Un fenómeno es la apariencia de algo. Lo característico de un fenómeno es que es algo subjetivo. Una manzana tiene una apariencia para el que la ve desde una perspectiva y otra apariencia distinta para el que está colocado en otro sitio. Mucho más si el segundo está hambriento. Por supuesto, podemos hablar de la intersubjetividad de los fenómenos, que consiste en la capacidad de compartir algunos de ellos. Pero entonces estamos hablando de criterios comunes que permiten suponer que tenemos una percepción común del mismo hecho. Estos criterios son los que fundamentan las diferentes ramas del conocimiento. Si Guitton dice que la resurrección es un fenómeno subjetivo experimentado por alguien que afirma creer que ha visto vivo a un muerto, no tengo problema —el problema es suyo—, salvo el de averiguar si el individuo está mintiendo. Es decir, que dice lo que no ha visto. La cosa se complica cuando pretendemos que esa resurrección es real. Entonces no basta con decir que alguien “ha visto” o “dice haber visto”, sino que hay que analizar la supuesta visión en términos de objetividad o intersubjetividad. O sea pruebas, evidencias o razones objetivas. ¿Y qué pruebas tenemos de que Jesús resucitó? De esto ya he hablado en entradas anteriores, así que no insisto. Por eso, Guitton se ve obligado a introducir de rondón el “hecho”. Si hay fenómeno hay hecho. Pero esto es un juego de tahúr. Un fenómeno no es sin más un hecho. Mientras que la experiencia de la resurrección puede ser un fenómeno subjetivo, carece totalmente de los comprobantes objetivos que garantizan que sea un hecho. Guitton se ha sacado un as de la manga. Con una trampa tan manifiesta, sería expulsado de la partida inmediatamente. En teología es un “académico prominente”.
Donde la cosa se enreda hasta lo imposible es en la conclusión del “silogismo”. No hay. De la afirmación de que al menos una resurrección es (metafísicamente) posible y de que la resurrección es un fenómeno según los evangelios, no se puede concluir nada. Por eso Guitton recurre a una forma retórica: se saca otro as de la manga —y ya van dos o tres—, la certeza en la fe. En realidad él nos presenta un argumento que opera en dos niveles distintos. La primera premisa es teológica, la segunda histórica. Cada una de ellas opera con un modo de razonar diferente. La primera, con argumentos a priori, es decir, puramente racionales. La segunda, con argumentos empíricos, basados en datos. En buena lógica, no hay manera de juntar una con otra. Por eso Guitton tira a la papelera la lógica y se saca de la manga no un as, sino un comodín, la fe. Como la fe es una creencia subjetiva que convierte la emoción o el deseo en realidad, es el pegalotodo universal. Sirve para salir de cualquier apuro cuando la argumentación está reducida a pedazos. Porque la esencia de la solución que se propone reside en la asunción ni demostrada ni demostrable de que la fe es una forma de conocimiento. Pero el conocimiento se supone que es un proceso en el que el sujeto piensa la existencia de algo exterior a él, a su conciencia (dejando de lado la introspección, que no es de lo que hablamos ahora). Necesita, por lo tanto, algún criterio de separación entre el que conoce y lo conocido, y viene avalado por una práctica de manipulación del objeto. La fe es todo lo contrario. El hombre que cree se entrega de tal manera a la evidencia que cualquier acto crítico hace desvanecerse el procedimiento de creer. Quien duda ya no cree. Por eso mismo, la fe es todo lo contrario del conocimiento racional y no puede pretenderse que sirva para unir lo que la razón separa.
Perdónenme que me haya puesto irónico a veces, pero es que el autor del artículo nos ha hecho perder el tiempo miserablemente. Nos había prometido una solución al “desafío” de la separación entre las ciencias, la teología y la Sábana Santa, y nos encontramos con un vulgar truco: esconder para última hora, presentar como una solución, lo que no era sino un supuesto a priori. Si Malantrucco cree que la fe mueve montañas y es el camino de la salvación, podría haberlo dicho antes. Me hubiera ahorrado tener que deshacer el enredo. Claro que me habría perdido la ocasión de hacer un breve ejercicio sobre la utilidad de la filosofía. Algún filósofo me lo agradecerá, por lo menos.
Ah, si, la Sábana Santa. Pues, a decir verdad no veo que tiene que ver con todo esto. Especialmente porque Guitton reconoce que no sabe que pensar del lienzo de Turín. Para él, más importante que la posible prueba de la resurrección que podría dar una futura investigación (está escribiendo en 1956) es la fe en la misma. Esta fe la considera una “prueba” con más “evidencia” que cualquier milagro, que no es una demostración en sí mismo de la divinidad (?). La fe no se prueba con hechos. Afirmación justo en las antípodas de la mitología tecno-teológica de los sindonistas que parece que necesitan el milagro de la imagen del lienzo para creer. No sé muy bien como fue acogida esta conclusión en el congreso de París. Pero vista la impermeabilidad con que fueron recibidas en el pasado las escasas ponencias contrarias a la fe sindonista que se presentaron en otros congresos, me imagino que pasó sin pena ni gloria.
Estimado David:
Escribia el genial Leonardo lo siguiente:
Hay tres clases de personas
Aquellos que ven.
Aquellos que ven cuando se les muestra.
Aquellos que no ven.
Una enorme losa «aplasta» las capacidades de reflexión de los escépticos cuando se trata de la Sábana Santa.
El genial Leonardo da Vinci, entre otras muchísimas cosas extraordinario pintor, tenía una certeza absoluta en la autenticidad de la Sábana Santa.
Ni en 1350 (en que aparece en Lirey la Sábana Santa) ni en su época, ni en niguna época futura utilizando las técnicas medievales, un pintor podría pintar en negativo ni siquiera un jilguero….. y la Sábana Santa muestra a tamaño natural la impronta frontal y dorsal en negativo de un Hombre con los signos de la Pasión descritas en los Evangelios.
No se precisa ser un genio como Leonardo, ni tener conocimientos pictóricos, para advertir esta imposibilidad, tan sólo se precisa sentido común, desgraciadamente el «menos común de los sentidos» cuando se trata de determinados temas.
Esta imposibilidad sería ya más que sobradamente determinante de su autenticidad sin hacer “uso” de la Ciencia.
Pero es que la Ciencia por diversos caminos demuestra lo mismo.
1/ La sobreposición del negativo de la impronta del rostro del Hombre de la Sábana sobre el rostro del Salvato Mundi de Leonardo es PERFECTA al milímetro, nada falta ni sobra, el Salvator Mundi con las manchas de sangre en el sitio exacto.
https://lasabanaylosescepticos.blogspot.com/2019/05/el-verdadero-rostro-de-jesus-de-nazaret_21.html
2/ Las manos anómalas con los dedos pulgares retraídos de El Hombre de Vitruvio, pulgares que no aparecen en el Hombre de la Sábana por estar retraídos hacia la palma.
https://lasabanaylosescepticos.blogspot.com/2019/05/el-hombre-de-vitruvio-y-la-sabana-santa.html
3/Brazo derecho más acortado y el hombro izquierdo más descendido en el Hombre de Vitruvio al igual que muestra el Hombre de la Sábana (signos clínicos de luxación/es.) en las 4 copias 4 anteriores a 1532 que conocemos
– La impresionante Sábana de San Lucar de Barrameda
https://lasabanaylosescepticos.blogspot.com/2014/05/la-luxacion-del-hombro-en-la-iconografia.html
y las 2 Sábanas de Noalejo y la de Xabregas.
4/ En el Hombre de Vitruvio a tamaño de libro, ilustraba el libro de Pacioli “De la divina Proportione”, Leonardo “esconde” pequeñas diferencias de medidas imperceptibles a simple vista (de acuerdo con Pacioli) que se van magnificando al ir aumentando el tamaño de la figura hacia el tamaño real de un cuerpo humano.
Puede comprobarse y medirse con suma facilidad utilizando la imagen que aparece en El Hombre de Vitruvio de Wikipedia que es de enorme resolución.
Todas las medidas del Hombre de Vitruvio se alejan de la Sección Áurea y “esconden” las medidas del Hombre de la Sábana , de ahí el titulo de “Divina Proporción”.
El por qué Leonardo y Pacioli “escondieron” las medidas tiene su más que probable explicación, pero eso es otro tema.
5/ La demostración de la autenticidad de la Sábana Santa y de la Resurrección de Jesús de Nazaret fue demostrada de manera IRREFUTABLE por el Dr.Gilbert Lavoie con su trabajo:
“Turin Shroud: a medical forensic study of its blood marks and imagen”
Haz clic para acceder a LavoieWeb.pdf
que presentó en el “International Workshop on the
Scientific approach to the Acheiropoietos Images”, ENEA Frascati, Italy, 4-6 May 2010
Ha llovido mucho desde entonces y nadie podrá encontrar NINGÚN comentario al mismo, salvo los míos y una sumarísima reseña de Hug Farey, por más que lo busque.
https://lasabanaylosescepticos.blogspot.com/2018/12/el-doblemente-genial-experimento-del-dr.html
(10/12/18)
Existen multitud de Organizaciones de Sindonología en el Mundo, ¿cómo es posible que ni una sola se halla hecho eco del trabajo del Dr.Lavoie?
6/ Por caminos distintos a los del Dr. Gilbert Lavoie yo también demuestro de manera IRREFUTABLE la autenticidad de la Sábana Santa:
https://lasabanaylosescepticos.blogspot.com/2018/12/como-demostrar-en-menos-de-5-segundos.htm
[
NO tuviste el valor de contestar a mi pregunta en tu Blog porque te ponía en un callejón sin salida y huyes de enfrentarte a la VERDAD]
Y resuelvo el Enigma de la distancia sin imagen entre la impronta frontal y la impronta dorsal del cuerpo de Jesús de Nazaret:
https://lasabanaylosescepticos.blogspot.com/2019/01/por-que-existe-un-espacio-sin-imagenes.html
(6/1/19)
Un afectuoso saludo
Carlos Otal ,maest
Hola Carlos:
He recibido este comentario que no se ha publicado automáticamente. ¿Es privado? Si es lo retiro enseguida.
No recuerdo haber dejado sin responder una pregunta tuya. ¿Cuál era?
Un saludo.
David
Estimado David:
No es privado
corneliotel@gmail.com
Carlos Otal Vaquez
Estimado David:
Tuvimos un pequeño debate en tu blog en el post que escribiste el 28 de Diciembre pasado:
Las manchas de sangre: el experimento del Dr. Lavoie. (Una vez más).
Se trataba sobre mi post:
https://lasabanaylosescepticos.blogspot.com/2018/12/el-doblemente-genial-experimento-del-dr.html
En el que indicaba que el Dr. Gilber Lavoie demostraba de manera Irrefutable que las manchas de sangre que aparecen sobre el cabello del Hombre de la Sábana están realmente sobre el rostro, lo que demuestra que no es una pintura sino que corresponde a un cuerpo real.
Te expliqué que por otro camino distinto yo demostraba de manera igualmente IRREFUTABLE lo mismo que Lavoie, se trata de un cuerpo real y no de una pintura, como puede encontrarse en mi post:
https://lasabanaylosescepticos.blogspot.com/2018/12/como-demostrar-en-menos-de-5-segundos.html
“Un sencillísimo experimento, distinto al de Lavoie, que sólo precisa una cinta métrica metálica y ponerse (tú mismo) delante de un espejo.
Te lo explico para que lo realices:
1/ Situado delante del espejo extrae de la cinta 17,1 cm aprox. y apoya el medio de esa medida de la cinta en la punta de la nariz.
Verás que ambos extremos te quedan fuera del rostro, salvo que tengas una expléndida y ANCHA cabellera a ambos lados del rostro similar a la que muestra el Hombre de la Sábana.
2/ Manteniendo el apoyo de la cinta en la punta de la nariz toca con los extremos tu rostro y verás que ambos extremos están sobre tus PÓMULOS”.
“La medida de la cinta no es 17,50 cm sino 17,! cm aprox. y representa la distancia HORIZONTAL existente entre 2 manchas extremas , una a cada lado del rostro, pasando por la punta de la nariz.
Y mis 2 últimos comentarios fueron:
1/“Pedro Carmenes obtenía 17cm en esa medición, así que no debe ser muy difícil entender la cosa]
Te expliqué:
“1/ Situado delante del espejo extrae de la cinta 17,1 cm aprox. y apoya el medio de esa medida de la cinta en la punta de la nariz.
Verás que ambos extremos te quedan fuera del rostro, salvo que tengas una expléndida y ANCHA cabellera a ambos lados del rostro similar a la que muestra el Hombre de la Sábana.
2/ Manteniendo el apoyo de la cinta en la punta de la nariz toca con los extremos tu rostro y verás que ambos extremos están sobre tus PÓMULOS.
3/ La medida de la distancia horizontal entre dos manchas de sangre “extremas” pasando por la punta de la nariz la tomé en la fotografía de la Sábana Santa realizada por Durante en 2002 utilizando el “Shroud Scope” de Mario Latandresse, magnífica herramienta que imagino conoces
[ e indiqué en mi post “Natural o Sobrenatural” (13-5-2012) la procedencia de esa medición].
[…]
Un saludo”
Y
2/“Pese a haber entendido perfectamente mi experimento (al que calificas de “irrelevante”) te NIEGAS A CONTESTARME que los extemos de la cinta (17,1 cm , en posición horizontal y apoyada en su punto medio sobre la punta de tu nariz ) pueden posarse el derecho sobre TU PÓMULO DERECHO y el izquierdo sobre TU PÓMULO IZQUIERDO.”
Así que NO CONTESTASTE.
Todos los caminos indican lo mismo, La Sábana Santa es AUTËNTICA y contuvo el cuerpo muerto de Jesús de Nazaret
Un afectuoso saludo
Carlos Otal, maest
No respondí porque en ese momento el tema que yo había planteado era otro y porque ya había tratado esa cuestión en otra entrada.
Pero si insistes, no creo que el experimento de Lavoie y tus mediciones complementarias demuestren la autenticidad del lienzo de Turín.
Lavoie hace una simple hipótesis para tratar de explicar cómo es posible que los regueros de sangre aparezcan corriendo por el pelo de la figura de manera antinatural. Supone que primero se producirían las manchas de sangre por contacto y luego, extendida la tela de manera milagrosa (lo del milagro lo dice él), se produciría una misteriosa radiación, o algo así, que imprimiría la imagen de la cara.
La explicación tiene bastantes pegas, que podemos discutir si quieres, pero no es una demostración, sino una manera de evitar una objeción
Un saludo.
Machichaco en Vizcaya, Ajo en Santander, Peñas en Asturias, Finisterre y Estaca de Bares en la Coruña, Trafalgar y Tarifa en Cadiz….
Un saludo
Carlos Otal, maest
Hola David. Me parece un tema de interés.No el de la Sábana, que aunque tiene su miga, es uno de esos mitos recurrentes como la Vera Cruz o la imagen de la virgen de Guadalupe,
El silogismo de la resurrección, formalmente expresado, aunque suene ridículo, diría: «La resurrección expresa la divinidad o la conexión con Dios de Jesús (premisa mayor); Jesús resucitó (premisa menor); luego Jesús es divino o tiene conexión con Dios». A ello se añade la (casi) instantánea divinización de Jesús entre sus seguidores inmediatos, judíos monoteístas, y el renovado valor de estos, que poco antes habían huido despavoridos, en su testimonio.
Esas deducciones parten de las obras de Martin Hengel y del libro de Hurtado, One Lord One God… Naturalmente Hurtado no llegó a tanto, sino que han sido sus vulgarizadores los que se han atrevido a sacar las aludidas conclusiones. P.e. Javier Gomá Lanzón, ni historiador ni biblista, sino literato, en «necesario pero imposible». Y muchos otros, aún más insistentes, aunque desde luego menos brillantes que Gomá.
Por supuesto, el mito del héroe, generalmente hijo de Dios y humana, como Dionysos o Herakles, que se reivindica como dios después de denodados esfuerzos y sufrimientos, incluida su muerte, era habitual en la cultura helenística. Más antiguos son los que parecen sus modelos, especialmente los dioses sacrificados de la fertilidad.
Pero aún es más común el mucho más antiguo mito del hijo-a de la Gran-Madre Tierra o Naturaleza, que en algún momento es muerta-o, habitualmente despedazado, y luego recompuesto o resucitado (Perséfone / Démeter; Attis / Cibeles; las versiones más antiguas del mito de Isis-Nit / Osiris; los descensos al infierno de Innanna e Ishtar; los mitos de la creación de la India y del Nuevo Mundo). Obsérvese cómo la Gran-Madre que aparece por todas partes, desde Asia a Äfrica, de América a la Antártida y Oceanía, es sucedida por el hijo-a, que resulta sacrificado-a (en todo o en parte, obsérvese la pérdida del falo como forma habitual) para renovar la fertilidad y garantizar el eterno retorno. El/la hijo-a sacrificado-a resucita / se recompone para repetir el ciclo.
Los dioses de la vegetación y de la fertilidad copian ese mito y, con diversas variaciones, los dioses patriarcales y de la guerra, suelen repetirlo más adelante.
El mito de Jesús, en ese sentido, comparte muchos de esos rasgos. Evidentemente es un héroe sacrificado varón, que se mueve en el ámbito de un Dios patriarcal. Y además plantea una historia lineal, no-cíclica.
Pero la cuestión es ¿cómo y de dónde se construye su mitología resurreccional? Con dos limitaciones importantes. Una, que, de ser ciertas las líneas más generales de la historia que aparece en los evangelios, canónicos o apócrifo, en Pablo o en Hechos, ¿por qué aparece tan rápido el mito de la resurrección y por qué se le concede el culto propio de dios subordinado o cuasi-dios?
Ciertamente la explicación de constituir una forma de solución de la disonancia cognoscitiva, es bastante buena. Pero el tema no es sólo que aparece pronto, si no la forma concreta en que lo hace. Y aquí se requiere que alguien entre quienes siguen a Jesús tenía una base ideológica que permitió su adopción como elaboración factible que explicara la disonancia. Alguien, sí. ¿Pero quién o quiénes?
La pregunta es interesante, pero no creo que se pueda responder. Los materiales de que disponemos están demasiado «sobados» para permitirlo.