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El sudario de Oviedo. Una reliquia.

3 de diciembre de 2015

Esta es la segunda entrada que dedico al libro de Andrea Nicolotti: Sindone. Storia e leggende di una reliquia controversa,  Torino, Giulio Einaudi ed., 2015; #2.5., pp. 33-41.

 

Hace unos días dediqué una breve entrada a un congreso universitario dedicado al Sudario de Oviedo.

El evento tuvo sus repercusiones extra  académicas, como lo demuestra la reacción del Sr. Obispo en una homilía pronunciada poco después.

(NOTA: Juraría que el Sr. Obispo está mostrando el sudario en dirección equivocada. Es lo que tiene el arte abstracto).

Homilía en la festividad de San Mateo 2015

[…]A veces sucede que quienes no ven en el Santo Sudario lo que nosotros vemos, se empeñan en contarlo no sólo descreídamente sino también con falta de rigor científico. Es fácil reunir un grupete pequeño de gente que se ponga de acuerdo para denostar lo que no sólo la piedad de siglos sino también la ciencia de estos días mantiene. Lástima que el grupete haya tenido espacio mediático para contar sus andanadas. Pero serán los historiadores, bioquímicos, médicos forenses, letrados y biblistas que con rigor histórico, forense, jurídico y bíblico están llevando a cabo desde hace más de 25 años un estudio serio sobre el lienzo del Santo Sudario que aquí custodiamos, los que respondan en su momento. Ellos son los miembros del Centro Español de Sindonología que agrupa a profesores del más alto nivel y reconocido prestigio de varias Universidades españolas.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo, 21 septiembre de 2015

Que el Centro Español de Sindonología acoja a profesores universitarios de “reconocido prestigio” y cuyas investigaciones son puestas en conocimiento de la “comunidad científica internacional” es la clásica jerga sindonista por la que se encumbra al estrellato mundial a un doctor en medicina que ha publicado un libro sobre el método de datación por radiocarbono en una revista religiosa. Pero llamar “grupete” a unos cuantos profesores universitarios que publican en revistas especializadas y no en hojas parroquiales tiene su gracia. En fin, cosas de la clerecía de este país.

 

Paso a asuntos más serios.

Alfonso VI de León. Biblia de San Isidoro de León. 1162

 

Por si alguien no lo sabe, el Sudario de Oviedo es un pedazo de lino que mide 83x53cm en el que se puede observar una serie de manchas rojizas más o menos simétricas. Véase aquí . Se conserva en la catedral de Oviedo y fue descubierto dentro de un arca recubierta de plata junto con otras reliquias.

Aparte de la inscripción que contiene el arca, el primer documento que habla de ella data de 1075. Es el relato de la apertura de la misma, en presencia de Alfonso VI de León. Hay diferentes problemas con este descubrimiento, incluyendo la autenticidad del propio texto que sólo se conoce por una copia del XIII. El principal es cómo se puede explicar que un objeto tan importante  que, supuestamente, estaba en la catedral desde hacía varios siglos, fuera descubierto tan tarde (se supone que el arca había sido guardada hacia el siglo VIII). La versión oficial es recurrir al milagro. Un intento anterior de apertura habría sido abortado por una luz deslumbrante que impidió ver lo que había dentro. Sólo cuando la corte entera de Alfonso VI se entregó al ayuno y la oración antes de levantar la tapa pudo abrirse ésta sin consecuencias para las nobles retinas. Esta es la versión oficial. Como Nicolotti señala, el vacío de varios siglos y la falta de interés por abrir una caja que, supuestamente contenía sagradas reliquias, es inexplicable desde el punto de vista de la historia normalizada. No la que cree en milagros y rayos luminosos.

Sea como fuere, el caso es que dentro del arca se encontró las acostumbradas reliquias,  un trozo del lignum crucis, parte de la corona de espinas, la túnica de Jesús, etc. Y un fragmento del sudario de Jesús, que más adelante se convirtió en el sudario del Señor. En el siglo XII, diversas narraciones piadosas van añadiendo leyendas sobre el origen del arca, sin preocuparse demasiado por su coherencia, como suele ocurrir en estos casos. Cualquier intento de remitir la edad del arca, siquiera la parte interna de madera, a los siglos anteriores al XI ha fracasado, pero esto no es óbice para que los creyentes en la misma, es decir, en su contenido, hayan variado mucho sus posiciones. De hecho, el sudario de Oviedo, hoy día convertido en reliquia sindonológica, fue ignorado en los recuentos del contenido del arca desde los siglos XIII al XVI, más atentos a otras santas cosas que allí había.

Prerrománico asturiano. Santa Cristina de Lena. Siglo IX.

 

Aunque la devoción a las reliquias de la catedral continuó durante siglos –no en vano el camino de Santiago pasaba por esta ciudad-, el interés que despertaban en el público en general fue localizándose en los últimos tiempos, hasta que en 1966 los sindonistas pusieron los ojos en ella. En esta fecha Mons. Giulio Ricci pretendió que las manchas de sangre del sudario de Oviedo coincidían con las del de Turín.  En los años 1977 y 79, Max Frei tomó unas muestras de la superficie del tejido en las que dijo haber encontrado pólenes palestinos. En el 85 entró en danza Baima Bollone y, finalmente, el asunto quedó en las manos del Centro Español de Sindonología, que tiene una página dedicada al asunto, entre otras cosas. Allí se recoge todas las piadosas leyendas sobre el sudario, amparadas por el elenco de “científicos de prestigio internacional” del centro.

Los esfuerzos de los sindonistas para encontrar una explicación a las manchas de sangre son sostenidos por una serie de experimentos que no han pasado por otras manos que no sean las suyas propias y cuyos resultados suelen ser parcialmente publicados en revistas religiosas o congresos ad hoc. Las conclusiones son cuanto menos asombrosas. Como ya conté en otra entrada , el sudario, al que hace referencia el evangelio de Juan, era un lienzo de tamaño similar a un pañuelo grande que se colocaba sobre el rostro del cadáver. Pero compaginar la imagen del sudario de Turín con un sudario, en el que figuran manchas de sangre diferentes, como si estuvieran colocados al mismo tiempo sobre el mismo rostro, es misión imposible. O se entra en contradicción con la “sindonología”, cosa bastante difícil dado el peso religioso de sus organizaciones, o se pone en marcha imaginación. De esta manera, se inventa un uso original del sudario. En lugar de cubrir la cara del muerto, el de Oviedo fue colocado con el cadáver todavía en la cruz, para evitar el espectáculo de la cara tumefacta y sufriente, que  “resultaba insufrible” para la sensibilidad de los judíos. Ya es bastante difícil imaginar que los romanos permitieran que alguien se subiera a la cruz a ocultar la santa faz que tanto hería las sensibilidades de los presentes, pero los sindonistas se lanzan a hipotetizar una complicada escena en la que el cadáver permaneció una horacon la cabeza torcida y tapada.. Luego reposaría durante una hora de costado y finalmente sería retirado para colocar la sábana. Durante toda la primera fase el lienzo se doblaba con un plegado por la parte delantera. Esa anormal suposición viene a cuento de explicar las manchas simétricas que se observan en el lienzo de Oviedo, que recuerdan más bien las imágenes de un test de Rorschach que lo que se puede esperar en un sudario. De paso, los sindonistas son capaces de determinar la posición exacta de la cabeza y los brazos, e incluso descubrir las huellas digitales de alguien que dejó cuando envolvía la cabeza. (Heras et al. 1998)

Desde luego, los evangelistas se olvidaron de contarnos todo este tejemaneje y hablaron de una simple sábana o de un sudario y lienzos. Pero ya se sabe que los sindonistas son estudiosos muy especiales de la literatura del cristianismo primitivo. Tienen una gran imaginación y se quedan de los textos sagrados únicamente lo que les interesa. Lo que resulta menos admisible es que se pretenda justificar sus constructos imaginativos con una documentación inexistente.

La visión del cadáver sangrante, con el rostro magullado, en el cual podía apreciarse la salida del líquido procedente del edema de pulmón agudo por la nariz y por la boca, debía darle un aspecto que recomendaba, de acuerdo con la legislación del Pentateuco y con las instrucciones propias del Sanedrín, utilizar un lienzo para tapar la cara del ajusticiado cuando ésta se halla deforme. (Heras et al. 1998: 9)

Este párrafo está dedicado a hacer plausible la historia del lienzo sobre el rostro. Reconociendo que tal cosa estaba fuera del programa de la crucifixión romana, nuestros autores se inventan una norma existente para “la crucifixión judía”. Dejemos de lado que Jesús fue ejecutado por los romanos, según los evangelios. (Excepto Lucas 23: 25, Juan 19: 16; Pablo 1 Tesalonicenses 2: 15). Entre otras cosas porque la crucifixión judía no existía, sino con algunas excepciones de la época helenística (Vermes 2007: 44; Verenna 2013). Y si no existía, malamente se puede atribuir una legislación al Pentateuco, que no habla de ella.

Mientras tanto, tratan de bregar como pueden con las cuatro dataciones por radiocarbono realizadas en Tucson y Toronto entre 1990 y 2007. Todas ellas datan el tejido entre los siglos VI y IX, es decir, de acuerdo con la documentación histórica que se posee. La línea de contraargumentación menos frecuente consiste en denigrar la prueba de radiocarbono en su totalidad como un método inseguro de datación. Pero como este tipo de argumentación está en contradicción con toda la arqueometría contemporánea, que considera el método de radiocarbono como uno de los sistemas más seguros de datación, si no el que más (Taylor et al., 2014: 66), el segundo frente, tomado de la línea argumentativa de algunos sindonistas respecto al sudario de Turín, consiste en contraponer “todo un cúmulo de experiencias científicas” –léase las especulaciones propias- a un solo experimento, que en realidad son cuatro, las dataciones obtenidas por el método del 14C. Ni que decir tiene que tales argumentaciones no han sido expuestas en un ámbito académico respetable, que yo sepa, y son ignoradas por los estudiosos en el campo de la Historia Antigua, de los orígenes del cristianismo e, incluso, los que se ocupan del problema de la fiabilidad histórica de los evangelios. “Un grupete”, al decir de Mons. Sanz.

(Para la imagen «explicada» por los sindonistas véase aquí).

Dataciones al margen, el principal problema de los que mantienen la autenticidad es el vacío de siglos desde el siglo I al XI. Entre los intentos de llenar este hueco destacan los de Mark Guscin, un sindonista con doble afiliación (Turín y Oviedo), que merece un capítulo aparte.

 

 

Bibliografía:

Guscin, Mark: “Recent Historical Investigations on the Sudarium of Oviedo”, Richmond Conference, June 1999; consultado on line: https://www.shroud.com/pdfs/guscin.pdf, 24/11/2015 12:28

Heras Moreno, Guillermo; Villalaín Blanco, José Delfín; Rodríguez Almenar, Jorge Manuel: “Estudio comparativo entre el sudario de Oviedo y la síndone de Turín”, III Congresso internazionale di studi sulla Sindone ,Torino, 5/7 de junio de 1998; consultado on line https://www.shroud.com/heraspan.pdf, 24/11/2015 12:09.

Taylor, R. E; Bar-Yosef,  Ofer; Renfrew, Colin: Radiocarbon Dating. An Archaeological Perspective, Left Coast Press, Walnut Creek (California), 2014; 2ª ed

Verenna, Thomas: “Did the Ancient Jews Practice Crucifixion?”,  The Musings of Thomas Verenna, Posted on September 11, 2013, Consultado on line 27/11/2015 12:18, https://tomverenna.wordpress.com/2013/09/11/did-the-jews-practice-crucifixion/

Vermes, Geza: La Pasión. La verdad sobre el acontecimiento que cambió la historia de la humanidad, Barcelona, Ed.Crítica, 2007,

 

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