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La mortaja de Akeldama y el tejido del lienzo de Turín.

4 de agosto de 2013

1. Galería de expertos sindonistas: Diana Fulbright experta en textiles.

En el año 2009 un reportaje de National Geographic titulado “Shroud of Turin Not Jesus’, Tomb Discovery Suggests” (“El descubrimiento de una tumba sugiere que el sudario de Turín no es de Jesús»), armó un considerable revuelo en los medios sindonistas, como es lógico. En realidad, el artículo hacía referencia a un descubrimiento impactante, pero que no había causado ningún impacto en el sindonismo, y que databa de 1998. Shimon Gibson y su equipo habían encontrado por casualidad el único sudario casi completo del siglo I de los alrededores de Jerusalén. No es que no existieran otros fragmentos de sudarios judíos, especialmente de Qumrán, pero que fuera de Jerusalén precisamente tenía su importancia porque se suponía que, frente a la peculiaridad qumraniana, las necrópolis jerosolimitanas eran más ortodoxas. En realidad, el enterramiento no era demasiado normal, puesto que se trataba de un personaje que, aún siendo de familia destacada y habiendo ejercido de sacerdote, estaba aquejado de tuberculosis y de la enfermedad maldita de la época, la lepra. Se supone que la familia era lo suficientemente poderosa como para haber ocultado la dolencia o haber impedido su expulsión de la sociedad, que se practicaba en la época con los leprosos (¿quién no ha visto Ben Hur por Semana Santa?), pero el miedo al contagio había hecho que se tapiara la tumba y no se practicara la recuperación de los huesos, que era preceptiva uno o dos años después de la primera deposición en la tumba.

El descubrimiento tuvo repercusión en los medios especializados desde el punto de vista de la medicina arqueológica, al parecer por lo novedoso del método de exploración molecular aplicado a este campo. (Carney D Matheson, Kim K Vernon et al., 2012 ). Algunos de los participantes en el proyecto hicieron reflexiones a propósito de la relación del sudario encontrado en Akeldama con el sudario de Turín. En general, como en el caso de Gibson, se limitaron a constatar que ambos eran bastante diferentes ( Garufi 2003:17).

La cosa se podía haber zanjado tranquilamente haciendo notar que sólo en el caso de que la tela encontrada en Akeldama fuera representativa de las mortajas habituales en el siglo I en Palestina podría considerarse como una prueba de que el sudario de Turín no correspondía a esta fecha. En caso contrario, podríamos decir como José Luis Calvo (2010) que la síndone de Akeldama apunta, no “demuestra”, que el sudario puede no ser de Palestina en el siglo I. Pero Diana Fulbright, una sindonista considerada experta en historia en su ámbito, presentó en el congreso de Frascati 2010 una ponencia en la que actuaba como un elefante en una cacharrería.

Al parecer, es el artículo de National Geographic al que me refería arriba el que provoca la respuesta de Fulbright, pero no parece que vaya muy bien dirigida. Por ejemplo, atribuye a Gibson lo que parece ser una afirmación del periodista: Mati Milstein, quien llega a escribir que el estudio de los arqueólogos habla del lienzo de Turín, lo que es sencillamente falso. En todo caso, una revisión de la opinión de Gibson más extensamente expresada en la entrevista con Garufi, hubiera bastado para aclarar que el arqueólogo no pretendía pronunciarse sobre la datación del Sudario de Turín. “Personalmente no he visto nunca la Sindone de Turín y por eso me reservo el juicio sobre su datación e identificación”.

Pero sea quien sea el que las haya afirmado, hay dos cosas que molestan a Diana Fulbright: que se diga que el sudario de Akeldama demuestra o sugiere que el de Turín no es auténtico y que se afirme que el tejido de este último no podía provenir de Oriente Medio.

Respecto a lo primero, tiene razón en parte. El hecho de que la única mortaja encontrada en la zona y datada con seguridad en el siglo I se diferencie del sudario de Turín, tanto en el tejido como en la combinación de piezas, no abona precisamente la autentificación del mismo, pero tampoco lo descarta. Ella intenta desacreditar la contraposición con un argumento discutible: que el muerto era un enfermo de lepra y su cadáver recibió un tratamiento especial. Pero Fulbright no se da cuenta de que lo que tiene de especial no afecta a la composición del sudario, sino a su tratamiento posterior, es decir, el haber sido tapiado y abandonado definitivamente. Hubiera tenido más razón si se hubiera limitado a constatar que sobre un solo ejemplo difícilmente se puede llegar a una conclusión segura acerca de cuál era la norma en los enterramientos judíos de la época.

Pero en donde se extiende el artículo de Fulbright es en el tema de si el lienzo de Turín podría no ser de la época, afirmación que en el reportaje de National Geographic se atribuye a Gibson. Por una razón que no acabo de entender bien, hay un solo punto que nadie ha mencionado y que le obsesiona: el tamaño del lienzo. Parece que, abandonando el asunto de Akeldama, que era el arranque de su trabajo, quiere responder a algunos periodistas, que no menciona, que habrían dicho que un tejido de ~1x4m era imposible en la época. Y aquí empieza a naufragar.

Si queremos saber si la atribución de una muestra de tejido a un periodo determinado es correcta, lo primero que tenemos que hacer es comparar con telas similares que estén bien datadas. El sudario de Turín es una tela de lino de 113 x 441cm. aprox., tejida en forma de “espiga” (o “espina de pez”), 3:1 en forma de Z. Estas serían las características fundamentales: el material, el tamaño y el tipo de tejido. Si además queremos descubrir el uso del tejido, deberemos tener en cuenta el ámbito cultural, puesto que las costumbres funerarias de pueblos contiguos no tienen por qué ser similares. Pero Fulbright no hace nada de esto.

En primer lugar, porque se ocupa de tejidos que no corresponden al siglo I de la zona geográfica a la que se atribuye el lienzo de Turín: Cueva del Guerrero, Jericó, 4000 a.N.E.; tumba nabatea de Khirbet Qazone, Jordania, siglo II; Qumrán, sin fecha; Masada, sin fecha; Cueva de las Letras, Palestina, sin fecha; Cueva del Tesoro, Israel, siglo III a.N.E.; Tirol, entre 500 y 800 a.N.E.; Gerumsberg, Suecia, 1er. milenio a.N.E.; Dura Europos, 300 aprox.; Egipto, 130 N.E. y siglo XII a.N.E. (Ramsés III); Pompeya, siglo I. Como vemos, sólo 2 o 3 casos corresponden a la época atribuida al sudario de Turín y a su zona geográfica, estirando en lo posible los límites. Sólo uno de ellos, el de Khirbet Qazone, corresponde aproximadamente con el tamaño del lienzo turinés. (Al menos es lo que se ve a ojo, porque la Sra. Fulbright no parece tener más información que la que observa en la foto, lo que deja mucho que desear para una experta de fuste). El problema es que se trata de una mortaja de ámbito cultural diferente, puesto que hablamos de una tumba nabatea y es como si quisiéramos describir las costumbres funerarias de los gitanos de Cádiz del siglo XIX a partir de las de los payos gallegos del XXI. Si nos fijamos, finalmente, en el tipo de tejido veremos que Fulbright no ha aportado ni un solo ejemplo de lino tejido con espiga 3:1 en forma de Z. Habla en general de los tejidos de Qumrán como de espiga 2:2. De Masada no dice nada, aunque por el trabajo de Lombatti sabemos que las identificaciones que atribuye Flury-Lemberg son incorrectas (Cf. Un tejido extraordinario ).  Tyrol, lana de cabra, espiga 2:2. Gerumsberg, lana, espiga, 2:2 en forma de Z. Pompeya (no identificado), espiga 2:2. Egipto, Ramsés III, espiga, 3:1, 4:1, 5:1. De la Cueva del Guerrero sabemos que es lino y nada más. De Khirbet Qazone (que no es de lino), Cueva de las Letras, Cueva del Tesoro, Dura Europos no informa.

De todo este batiburrillo de épocas, culturas y zonas del planeta entremezclados uno llega a la conclusión de que Diana Fulbright no sabe muy bien lo que quiere ni como hacerlo. Desde luego, ha demostrado, por si alguien lo dudaba, que es posible hacer telas incluso más grandes que el lienzo de Turín, aunque, al parecer, esta tarea se dedicaba de forma muy específica a ajuares funerarios de la realeza. Encontrarlo en la tumba de un humilde profeta campesino de la Palestina del siglo I resulta ser insólito, por muchas amistades que tuviera con algún rico judío (si hemos de creer a los evangelistas). En segundo lugar, que el tipo de tejido del lienzo de Turín no corresponde a los que se encontraban en la zona en el siglo I. O, por lo menos, que Fulbright no ha aportado prueba alguna en este sentido, sino más bien un conjunto de telas bastante diferentes.

Tejido de Qumran

Porque el tipo exacto de tejido importa de manera especial. Cuando Gibson dice, si es que lo dice, que una tela como la del lienzo de Turín sólo podía aparecer en la Edad Media, se estará refiriendo probablemente al tipo de telar necesario para producirla. Y en eso parece haber un consenso en los expertos. Como dije en la entrada anterior que he citado, en la revista Science et Vie, Jean-Théo Flamme, antiguo experto del Institut Belge de Recherche Scientifique pour l’Industrie et l’Agriculture, mantiene que este tipo de tejido de unos 1000 hilos por cuadro y de unos 230g por mrequiere telares horizontales de cuatro pedales que sólo se introdujeron en Oriente Medio hacia el siglo VI. En cualquier página web que trate del tema le informarán de que tales telares se importaron desde China e India sólo cuando se abrió la Ruta de la Seda. La misma opinión la he recogido en el libro de Carmen Porter, que remite al experto italiano Virgino Timossi (p. 38) y en páginas tan poco sospechosas de parcialidad racionalista como Les Hérétiques:  .

Diana Fulbright nos coloca una serie de imágenes sobre beduinos tejiendo telas que demuestran que se puede hacer piezas muy grandes con medios rudimentarios pero no que sean como en el caso del lienzo turinés. Dado que las características técnicas del hilo y el telar requerido son las que importan para saber si éste encaja con la época, la zona y la cultura que se le atribuyen, todos los datos dispersos que Fulbright aporta son irrelevantes.

Las preguntas que había que responder eran: ¿Es necesario un telar de cuatro pedales para fabricar una tela como la del sudario de Turín? ¿Se encontraba tal tipo de telar en Asia Menor o Europa en el siglo I? Si, como parece, los expertos dicen que sí y que no respectivamente, no hay nada más que discutir. Ni telas tirolesas ni tumbas nabateas.

2. Galería de expertos sindonistas: John Tyrer, ingeniero textil experto en historia de los tejidos antiguos.

John Tyrer trabajó en la sección de textiles de una empresa de testing y hacia el final de su vida dedicó un par de trabajos al lienzo de Turín que aparecieron en una revista de Manchester, Textile Horizons. Aquí me referiré a la ampliación que realizó para Shroud Spectrum International, “Looking at the Turin Shroud as a Textile” (1983).

Hay que anotar previamente que, como otros muchos expertos sindonistas que hemos ido viendo hasta ahora, Tyrer no es propiamente hablando un experto en el tema sobre el que escribe. Haber trabajado toda su vida probando la calidad o la resistencia de tejidos modernos no lo capacita para pronunciarse sobre la historia de los tejidos en Oriente Medio. Pero aún así, podría darse el caso de que hubiera realizado algún tipo de estudio, personal o asistido, que fuera relevante. No obstante, una persona que ha estudiado durante algún tiempo un tema es capaz de citar adecuadamente bibliografía que corresponde a ese tema. No es el caso de Tyrer. Tomemos, por ejemplo, una afirmación del principio del artículo: “He oído que el algodón fue cultivado en España durante la Edad Media, presumiblemente por los moros, pero todavía no he rastreado ninguna referencia histórica que confirme esto” (p. 35). Afirmación asombrosa donde las haya. No sólo porque emplea un término, “moros”, que ningún historiador actual con sentido común utilizaría  para referirse a los musulmanes españoles (debe ser por aquello del “Moro de Venecia”), sino porque a quien suscribe le costó menos de media hora encontrar varios lugares en los que se confirmaba que el algodón fue cultivado en la España musulmana y en Sicilia durante la Edad Media, y tejido, además, en Alemania a partir del siglo XIV. Y no presumo de ningún tipo de conocimiento especializado. No es extraño que nuestro experto haya tenido dificultades porque, si se ha limitado a la bibliografía que aparece al final del trabajo,  los dos libros que hablan específicamente de tejidos en la antigüedad son de 1913 (H. Ling Roth) y 1931 (Crowfoot), aunque él los cita en ediciones más modernas. Un poco antiguos, pero ese no es el problema. El trabajo de Ling Roth en ninguna parte justifica las opiniones de Tyrer. Ni siquiera trata de los datos relevantes sobre el tejido que estamos discutiendo aquí. La referencia al de Crowfoot es todavía más extraña, puesto que este libro se limita al hilado y no habla para nada de telares o tejidos. Hay que decir que, en cuanto a las normas de confección de un trabajo académico, Textile Horizons y Shroud Specturm International tienen la manga muy ancha.

En todo caso, aunque existan dudas de que el Sr. Tyrer no sea propiamente hablando el experto que los sindonistas dicen que es, podría ocurrir que en el tema que nos ocupa diga algo de interés. Por lo menos centra la cuestión bastante más que la Sra. Fulbright.

Tyrer reconoce que las técnicas textiles del lino en Egipto siempre presentan una torsión en forma de S, lo que excluye que el lienzo de Turín, en forma de Z, tenga esta procedencia. También reconoce que los telares que permitían hacer tejidos como los del lienzo de Turín no aparecen en Europa hasta la Edad Media. Pero da dos razones para pensar que, a pesar de ello, el lienzo podría haber sido tejido en Siria o Palestina en el siglo I. Por un lado, el “fermento de ideas “y la amplitud del comercio” en la época del Imperio Romano. Por otro, que un “experto tejedor” le había dicho que se podía simplificar el proceso de tejido para hacer que fuera “menos formidable de lo que parecía a simple vista” (p. 40).

Este tipo de especulaciones puede reconfortar a las mentes predispuestas a anclarse a ellas para evitar crisis de fe, pero no tiene ningún valor. Especular en base a vagas expresiones (“fermento de ideas”) o creencias de informantes anónimos no confirmadas por ninguna muestra de facto está bien para echar a volar la imaginación, pero luego hay que ratificarlas con ejemplos concretos. Y eso es trabajo más serio que ni Fulbright ni Tyrer han hecho. Quizás exista algún experto sindonista que realmente haya investigado el tema, pero yo no lo conozco. Mientras tanto, a ojos de un simple curioso, como es mi caso, permanecerá una duda más que razonable de que el tejido del lienzo de Turín pueda venir de la Palestina del siglo I.

Salterio bizantino. Siglo XII.

Una conclusión casi al margen sobre los expertos sindonistas.

Durante varios años he oído hablar con respeto de John Tyrer como la voz autorizada de un experto. Aunque el trabajo en Textile Horizons lo había leído, pensaba que se trataba de un breve escrito de divulgación y suponía que el autor tenía otros estudios más serios. Después de dedicarle unos cuántos días me he encontrado con el clásico experto sindonista que no lo es. El Sr. Tyrer habrá sido un buen profesional del ramo de los tejidos, versión acreditaciones comerciales, pero como versado en historia textil deja mucho que desear. Que como único apoyo a hipótesis sin base empírica alguien cite dos libros que no tienen nada que ver con lo que se está hablando sería un motivo más que suficiente para no admitir a lectura un trabajo de postgrado en cualquier facultad de humanidades y, supongo, que de ciencias. Me ha hecho perder el tiempo consultado una bibliografía inútil. Si yo hubiera sido miembro de un tribunal que tuviera que juzgar su trabajo hubiera acudido a la presentación con un cabreo monumental y dispuesto a tirar a degüello. Como sólo estoy haciendo un blog y mi objetivo es analizar los vericuetos de un pensamiento mítico del siglo XXI, el tiempo que he dedicado al Sr. Tyrer y la Sra. Fulbright (también al Sr. López-Amo, del que no he hablado para no abrumar, pero que es más de lo mismo), no lo considero enteramente malgastado. Me ha servido para confirmar una vez más que las supuestas autoridades sindonistas únicamente lo son en el ámbito de sus congresos y revistas internas. Esta situación me parece debida a dos causas principales:

Por un lado, el hecho de que el estudio del lienzo de Turín no interese lo más mínimo a los verdaderos expertos. Que en más de un siglo de “sindonología” sólo una reconocida especialista en tejidos antiguos, Mechthild Flury-Lemberg, haya centrado un libro en el lienzo de Turín, que esencialmente está dedicado a la restauración y no a la historia, dice a las claras que la “comunidad científica” no considera la Sábana Santa un tema científico.

Por otro lado, que los aficionados que poseen algún tipo de capacidad relacionada con el lienzo y escriben algo sobre él están tan influenciados por sus creencias que casi siempre se lanzan a especulaciones “piadosas” que van más allá de sus verdaderas competencias. Entonces, lo que resulta no es un escrito técnico o especializado, sino una manifestación de fe que se oculta tras una apariencia científica.

Naturalmente, el hecho de que los asistentes a congresos sindonistas no tienen la capacitación adecuada para calibrar la idoneidad de ponencias y discursos que se presentan con un lenguaje muy técnico, pero sí el entusiasmo que hay que suponerles, es el caldo de cultivo de la consagración de auras de “experto/a internacional con un amplio prestigio, etc”. De ahí a pasar a los altares no hay ni un paso y sólo el enfrentamiento con alguna de las cabezas del movimiento, que a veces ocurre, podrá hacer que pierda el pedestal la figura consagrada. Pero esto entra dentro del terreno de las ortodoxias y las herejías, que también las hay en la “sindonología”.

Bibliografía.

Calvo, José Luis (2010): “Segunda apostilla a La sábana santa ¡vaya timo!”, Publicado en Escrito desde el páramo: 17/11/2010 17:19, http://fenix.blogia.com/2010/111725-segunda-apostilla-a-la-sabana-santa-vaya-timo-.php; consultado 28/07/2013 9:12).

Fulbright, Diana (2010): “Akeldama Repudiation of Turin Shroud omits evidence from JudeanDesert”. ENEA, Frascati, http://www.acheiropoietos.info/proceedings/FulbrightAkeldamaWeb.pdf

Garufi, Francesco (2003): “Una Sindone del tempo di Gesù” entrevista a cargo de Francesco Garufi , Hera magazine, N°41-maggio 2003. http://mystero.forumcommunity.net/?t=2244217 consultado on line 28/07/2013 09:01).

Matheson, Carney D,  Vernon, Kim K, et allia (2010): “Molecular exploration of the first-century Tomb of the Shroud in Akeldama, Jerusalem”. Plos One, consultado on line 28/07/2013 08:51, http://www.plosone.org/article/info%3Adoi/10.1371/journal.pone.0008319.

Milstein,  Mati (2009): “Shroud of Turin Not Jesus’, Tomb Discovery Suggests” (“El descubrimiento de una tumba sugiere que el sudario de Turín no es de Jesús”, http://news.nationalgeographic.com/news/2009/12/091216-shroud-of-turin-jesus-jerusalem-leprosy/ Consultado on line 29/07/2013 8:54)

Porter, Carmen (2012): La Sábana Santa, Madrid, EDAF.

Tyrer, John (1983): “Looking at the Turin Shroud as a Textile”, Shroud Spectrum International, Nº 6, Marzo 1983, http://www.shroud.com/pdfs/ssi06part6.pdf, consultada on line 31/07/2013 9:01).

From → 2.3.Otros.

2 comentarios
  1. Odiseo permalink

    Echo de menos alguna referencia al único tejido que se conserva en la actualidad que realmente se parece a la Sábana Santa (lino y sarga en espiga 3:1). Es un tejido medieval (circa 1300) que figura en la colección textil del Museo de Victoria y Alberto (Londres).

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