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Los Guardianes están entre nosotros (III). El profeta crucificado y la sábana santa.

9 de julio de 2018

Si hemos de creer a los evangelios, la muerte infamante de Jesús el Galileo sumió en la consternación y el pasmo a sus seguidores, que salieron corriendo como conejos. “Entonces les dice Jesús: «Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño»”. (Mateo 26, 31). Pero, pasado un cierto tiempo volvieron a juntarse, fuera porque comprendieron que las autoridades parecían conformarse con eliminar a su líder y poco más o porque se arrepintieran de su cobardía: “Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente”. (Mateo 26, 75)

A partir de entonces comienza un salto adelante que se parece mucho al que realizó el grupo de Lake City. (A los que tengan un poco de tiempo les recomiendo repasar los asteriscos que he colocado en las dos primeras entradas de la serie).

Rembrandt van Rijn: : Los discípulos de Emaús; hacia 1625.

No hace falta hacer un estudio exhaustivo para constatar en los evangelios la existencia de una sensación de fracaso en dos tiempos. En primer lugar, la desbandada ante la crucifixión de su líder, ejemplificada dramáticamente en la negación de Pedro. En segundo lugar, el desvanecimiento de las expectativas de una segunda venida del Cristo. (Véase los comentarios en la entrada anterior). Es este último el que me parece más importante, porque está claramente consignado en los textos, mientras que el primero se remite al nebuloso terreno de las leyendas. Si se analiza los cinco textos fundamentales del Nuevo Testamento, (las epístolas paulinas y los evangelios canónicos) y se admite la secuencia temporal más comúnmente aceptada (Pablo, Marcos, Mateo, Lucas, Juan), no es difícil darse cuenta de que la inminencia del Reino, que es un supuesto básico de los tres primeros, comienza a descafeinarse en Lucas, para quedarse como aguachirri en Juan. Paralelamente, el contenido material del Reino que en los primeros evangelistas tiene un claro matiz terrenal, según la tradición judía, se va convirtiendo en una cosa celestial, cuyo mensaje fundamental es de orden espiritual e íntimo. (Marcos 10, 29-30: “Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna”; Mateo 5, 5: “Bienaventurados los mansos porque ellos tendrán la tierra en heredad”; Juan: 18, 36: “Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”). Exactamente lo mismo que para los del grupo de Lake City que acaban considerando que lo importante es el efecto personal que la frustrante experiencia tuvo en ellos.

En los dos casos, el punto de arranque del salto adelante consiste en una revisión del mensaje. Leyendo los evangelios, resulta sorprendente que Jesús hubiera escogido como apóstoles de la Buena Nueva a semejante grupo de estúpidos. A pesar de que les repite una y otra vez que el día de su muerte está cercano, ni uno solo es capaz de estar prevenido para el luctuoso evento. (Marcos 9, 31-32: “Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle”; Mateo 16, 23: “Entonces él, volviéndose, dijo á Pedro: “Quítate de delante de mí, Satanás; me eres escándalo; porque no entiendes lo que es de Dios sino lo que es de los hombres”). Una y otra vez, incluso cuando su mensaje es claro y sin ambages, les tiene que reprender porque no están entendiendo lo que les dice. En ocasiones se desespera de la torpeza de su grey –-como si no fuera su responsabilidad haberla elegido personalmente—. Es de suponer que los discípulos no eran realmente tan torpes. Probablemente Jesús no les predijo las cosas que los evangelistas cuentan a posteriori y, si algo pudo barruntar de lo que se le venía encima, se lo explicó de manera tan críptica que los que le oían se quedaban con la boca abierta. Algo de esto último se puede encontrar en Lake City. Los mensajes de los Guardianes se formulan de manera esotérica y no demasiado clara, lo que facilitó las cosas para su revisión posterior: seguramente no se habían entendido bien o el medio no era el adecuado.

A partir de ahí, tanto en el cristianismo primitivo como entre los ufólogos místicos, se abre paso la vía de los símbolos. Agustín de Hipona explica el mecanismo: si el mensaje del Señor es claro, se acepta literalmente. Si no es claro o incluso contradictorio, se busca su interpretación simbólica. ¿Y cómo saber lo que no es claro? Lo que contradice la enseñanza de la Iglesia, claro está. Por lo tanto, la verdad de un texto acaba coincidiendo necesariamente con los preconceptos con los que el lector acude y toda la cuestión radica en como acomodar el evento o el texto desagradable a la interpretación canónica. (Cit. por Todorov 1978, pp. 92, 101)

Todo ello desemboca en una reinterpretación de la palabra divina que permite aplazar sine die el terrible Juicio Final y conformarse mientras tanto con una salvación meramente individual y de orden espiritual. El Reino ya no es de este mundo. Las naves del planeta Clarion vendrán cuando vengan y mientras tanto contentémosnos con el conocimiento de la Verdad Revelada, que nos hace santos, y confiemos en la gracia del Señor que nos salvará cuando venga el Fin de los Tiempos. Con platillos volantes, o sin ellos.

El proceso de reinterpretación no se limita a la narrativa profética. El grupo en crisis reinventa también los hechos que pueden confirmar su creencia cuestionada. En Lake City las visitas de los enviados jugaron un papel destacado en este sentido. La Sra. Keech dirigió las creencias de los adeptos, estableciendo señales que certificaban, mediante las apariciones misteriosas de extraterrestres, que los mensajes que transmitía, aunque pudieran haber sido mal entendidos, eran auténticos y promisorios. Además, se incorporaba cualquier “dato” que los creyentes pudieran aportar para confirmar creencias, aunque no hubiera ninguna evidencia de él. Me resulta especialmente significativo el episodio de los discípulos de Emaús. Lo mismo que los del grupo estadounidense pueden estar hablando con una persona que creen normal, hasta que la Sra. Keech descubre a posteriori que realmente han estado ante una presencia extraterrestre, los discípulos de Emaús pueden estar hablando horas con Jesús resucitado sin reconocerlo. “Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24, 31-2) Recuérdese la “experiencia” totalmente inventada de uno de los observadores y como fue acogida por el grupo sin el menor espíritu crítico.

Finalmente, uno de los puntos de contacto más llamativos entre la secta de Lake City y la de los primeros cristianos es la renuncia a todo lazo con el mundo. Ante la inminencia del apocalipsis final, los más convencidos de los adeptos “quemaron todas sus naves”, en palabras del doctor Armstrong. Vendieron sus propiedades y dejaron a sus familias para entregarse a la causa en cuerpo y alma. ¿No es lo mismo que hicieron los discípulos más allegados al Cristo? Hay numerosos párrafos en los evangelios que ilustran de cómo el Señor iba creando su grupo de discípulos favoritos exigiéndoles la renuncia a todo lo terreno. Él mismo da ejemplo, negándose a recibir a su propia madre cuando ésta pide verlo, en uno de los pasajes en los que Jesús resulta menos simpático. (Lucas 8, 19-21: “Entonces su madre y sus hermanos llegaron a donde él estaba, pero no podían acercarse a él debido al gentío. Y le avisaron: Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte. Pero respondiendo él, les dijo: Mi madre y mis hermanos son estos que oyen la palabra de Dios y la hacen”.) Como explica al joven rico, hay que desprenderse de todo y seguirle o la salvación se hace imposible (Marcos 10, 16-23) o casi (Mateo 19, 16-30). Fuera ésta una actitud consciente para formar un núcleo de incondicionales o fuera la consecuencia de una moral ascética pre-apocalíptica, el resultado fue el mismo: un grupo de seguidores estaba fuertemente motivado para dar el salto hacia delante. Dado que no había “vuelta atrás” —de nuevo Armstrong— y que la realidad era destructiva, había que negar la verdad sangrienta de los hechos para embarcarse en un nuevo camino que, sin anular la posición inicial, la creencia en la recompensa final, la superara con una nueva perspectiva. Así nació el cristianismo.

…y la sábana santa de Turín.

Establecer algunos puntos de contacto no es creer que los acontecimientos necesariamente ocurrieron así, ni tampoco pretender que no hay suficientes puntos de disimilitud. La narrativa evangélica debe ser tomada con cuidado y los adeptos a los platillos volantes no son exactamente una secta religiosa del siglo I; muchas cosas los separan. Pero la hipótesis de que un fenómeno similar a la disonancia cognitiva ocurrió entre los primeros cristianos es más que plausible y ofrece una explicación racional al salto hacia delante, que los exegetas más exaltados consideran como “inexplicable” o “milagroso”. ¿Como un grupo de pescadores y campesinos ignorantes se resistió a considerar su intentona como definitivamente aplastada bajo la cruz de su Mesías? ¿Cómo es que no entendieran nada de lo que su maestro les explicaba? ¿Cómo es que en los evangelios se entrecruzan los mensajes puramente apocalípticos con la visión espiritual del Reino? Estas y otras preguntas similares pueden responderse adecuadamente mediante la comparación con la peripecia —menos dramática, por cierto— de la secta de la Ciudad del Lago.

Otra cosa es la comparación con la secta de los adoradores de la Sábana Santa. Aquí las diferencias son más acusadas. Sin embargo, algún paralelismo puede establecerse.

Para el grupo de creyentes que se reunió en Albuquerque en 1977, el descubrimiento “científico” del sudario de Turín fue un acontecimiento similar a la aparición del Cristo en persona. Las expresiones de éxtasis personal que algunos de ellos han dejado por escrito no difieren mucho de las que podían producir las visitas del Cristo resucitado a sus fieles en la Palestina antigua. Para los adoradores del sudario era, simplemente, una confirmación de su fe en medio de un mundo en el que el cristianismo se había convertido en una rutina. Una sacudida, vaya. La datación por radiocarbono de 1988 fue un mazazo en sentido inverso. Que la ciencia en persona, por medio de tres prestigiosos laboratorios que aplicaban un método de datación bien contrastado, desautorizara sus creencias mito-científicas en la reliquia, los dejaba fuera de juego. Sin embargo, las desafecciones fueron mínimas. Fueron pocos los que se sintieron vacilar o, directamente, se desentendieron del sindonismo. El resto emprendió un salto hacia delante: desde 1988 el grueso de los trabajos de la sindonología se ha dedicado a desacreditar la datación por todos los medios imaginables e inimaginables que he ido describiendo en esta bitácora. Se inventaron conspiraciones diabólicas, se intentó desacreditar el mismísimo método de datación por radiocarbono, se “descubrieron” bacilos inexistentes, se dio crédito a falsarios profesionales, se manipularon textos antiguos para que dijeran lo que no decían, se inventaron fabulosos remiendos invisibles, se acudió a pareidolias delirantes, teorías patafísicas de radiaciones producidas por resurrección, métodos de datación inseguros que nadie aplica realmente… Todo valía y todo quedaba arrinconado conforme se demostraba que aquello no tenía poder de persuasión más que para los que estaban ya persuadidos.

Toda esta parafernalia de pseudociencia y mitología juntas no ha resultado muy satisfactoria para los sindonistas. A pesar de que gustan de proclamar que su sábana santa —porque la consideran cosa suya— es el objeto histórico más estudiado de la historia, saben que la ciencia y la historia les dan la espalda ostensiblemente. Fuera de sus círculos y congresos ad hoc, los escasos pronunciamientos que algunos expertos independientes han hecho sobre la reliquia han resultado negativos. Sentirse sindonista hoy en día, a pesar de las manifestaciones de orgullo y satisfacción, es asumir la pertenencia a una secta tecno-religiosa que ni siquiera ha recibido un espaldarazo claro por parte de la Iglesia católica. Pero, como el cristianismo primitivo demuestra, los saltos adelante son la manera habitual de resolver las disonancias cognitivas y un grupo de creyentes contumaces puede mantener viva la llama de su fe aunque todas las fuerzas mundanas —incluidos los “arcontes de la Tierra” de los que hablaba Pablo— se conjuren contra ella. El sindonismo está en ello.

Referencias.

En la psicología moderna el proceso de salto hacia delante se llama “disonancia cognitiva”, que fue un término desarrollado por Leon Festinger en otro libro: A Theory of Cognitive Dissonance, Stanford University Press, 1957. Consultable on line: https://archive.org/details/theoryofcognitiv00fest

Quién le interese este tema y no tenga ganas de leerse el libro de Festinger puede acudir, en castellano, a:

Ovejero, Anastasio: «Teoría de la disonancia cognitiva», Psicothema, 1993, vol. 5, 1, pp. 201-205, p. 201 (En relación a Festinger)

Bermejo, Fernando: “La pretensión regia de Jesús el Galileo. Sobre la historicidad de un motivo en los relatos evangélicos”, Studia Historica. Historia Antigua., 33, 2015, pp. 135-167. https://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/129286/1/La_pretension_regia_de_Jesus_el_Galileo_.pdf; consultado on line 01-07-2018; se hace una referencia a Festinger.

He mencionado también: Todorov,Tzvetan : Symbolisme et interprétation. Paris, Editions du Seuil, 1978

8 comentarios
  1. Buenas noches, David.

    No conocía tu web, la verdad. Agradezco que cites mi web, incluso cuando se activa y se desactiva, jaja (https://sombraenelsudario.wordpress.com/presentacion).

    Lo que me llama la atención es que digas que mi web es anónima: ¿ni siquiera te has leído la presentación? Ya no te digo los créditos, donde aparecía mi nombre, apellidos y ciudad de nacimiento (que para eso soy yo muy salmantino).

    Como no tenía modo de comunicarme contigo, tengo que escribirte un comentario… Te sugiero incorporar un apartado de contacto, un e-mail o algo semejante… Era para decirte que estoy renovando la web http://www.sabanasanta.org. Espero que, aunque aún esté inconclusa, haya mejorado.

    También te comunico -aunque me seguirás denominando ‘sindonista’ y ‘confesional’ (como si ser creyente me impidiera opinar objetivamente sobre cualquier tema: cómo sois, jeje)- que te cito entre la bibliografía «Para saber más…» en diversos temas. Tener presentes distintos puntos de vista siempre es bueno para clarificar cuestiones importantes.

    Un saludo,

    Carlos (no-anónimo)

  2. Cielos, vaya fallo. He leído muchas entradas de tu blog, pero se me pasó por alto la introducción- presentación. Me alegra que esté de nuevo activo porque, como dices, va en dirección contraria al mío, pero es de los pocos -si no el único- que pueden aportar cosas desde el bando «sindonista» en castellano. En cuanto tenga un momento corregiré lo que escribí.
    Hombre, objetivo, lo que se dice objetivo, el sindonismo mucho no lo es ni lo intenta. Salvo honrosas excepciones. Es lo que tienen las creencias, especialmente las religiosas. La fe hace milagros, dicen, y con los milagros poca broma.

  3. Gracias por tu contestación tan amable, David, ¡y tan rápida!

    No tengo el más mínimo deseo de confrontar. Me conformo con aportar y construir… y con buena voluntad. Y sí, también con voluntad de equilibrio; por eso no temo decir en mi web:

    «Si bien no faltan voces críticas, numerosos estudios científicos indican que podría tratarse de la tela en la cual fue envuelto el cuerpo de Jesús tras su muerte en la cruz… cuando nos refiramos a la identidad del hombre que fue envuelto en la tela, nunca hablaremos de «Jesús», porque ello supondría determinar de antemano la identidad del mismo. Hablaremos, por tanto, del «hombre de la Síndone»» (http://sabanasanta.org/que_es).

    Tampoco me tiembla el pulso, por ejemplo en el apartado de los pólenes, cuando digo:

    «Max Frei no supo establecer su trabajo de investigación desde un punto de vista científico, incurriendo así en una serie de errores de evaluación que no fue capaz de prever, ni después de corregir… las conclusiones de los estudios palinológicos sobre la Sábana Santa realizados por el criminólogo Frei, son muy imprecisas e inconclusas a la vista de cualquier científico” y que los resultados publicados son fruto de especulaciones e incompetencia tanto en botánica como en palinología» (http://sabanasanta.org/polen)

    Tampoco dudo en afirmar en el apartado de las monedas:

    «El tejido de la Síndone es demasiado basto como para contener una inscripción tan delicada y diminuta, la de una antigua moneda del tamaño de una dime [moneda de diez centavos americanos]. Creo que las fibras son demasiado grandes como para contener detalles tan finos» (http://sabanasanta.org/monedas).

    O en el apartado de las supuestas inscripciones:

    «Ninguna de las inscripciones que algunos afirman ver tiene el suficiente sentido gramatical o histórico… es un ejemplo de las cosas que se dicen hallar en la Síndone para llamar la atención con algo nuevo» (http://sabanasanta.org/inscripciones).

    Por eso me sorprenden y chirrían expresiones tan ambiguas como «sindonismo» o «bando sindonista», que vendría a etiquetar a quien considerase la Síndone auténtica como perteneciente a una especie de club de fanáticos religiosos, acientíficos e irracionales.

    Acojo con realismo, incluso con simpatía, las aportaciones que denuncian exageraciones en estudios sobre la Síndone. Lo que no estoy dispuesto es a que, destacando estridencias de algunos estudios sobre la Síndone y su historia, se pretenda meter todo en el saco del interés fanático-religioso, la irracionalidad y el engaño.

    Respecto a mis creencias religiosas, no las oculto: soy cristiano y -creo- ello es una verdadera fuerza para mi vida; creo que me hace mejor, más esperanzado, entusiasta, solidario y, también, tolerante. El prejuicio que vería en el cristiano a un crédulo, milagrero, beato y un tanto fanático, ¿no está un poco trasnochado?

    Por otra parte, la imagen que encabeza tu blog (creo que es de L. Garlaschelli), ¡mira que se parece poco a la Síndone! Si a un nivel macro es poco agraciada, no quiero pensar cuando pase por el tamiz micro… Te invito a que visites el excelente recurso de Mario Latendresse en http://www.sindonology.org/shroudScope/shroudScope.shtml Puede verse la Síndone «sin trampa ni cartón», incluso las microfotografías de Mark Evans tomadas en 1978. Los «reproducionistas» (por usar terminología semejante a la tuya 😉 no se atreverían a ofrecer a un laboratorio fotografías de sus imitaciones con tal aumento… Sólo pueden convencer a quien no conoce bien la Síndone e ignora su complejidad, muchas veces presentando un pequeño sudario con un borrón en forma de cara…

    David, sin ironía ninguna (te lo aseguro): un placer estar en contacto. Sin duda será un estímulo y una ayuda para buscar un mayor rigor y transparencia, también para favorecer un sano diálogo, que no tiene que acabar necesariamente en desencuentro.

    Un saludo cordial,

    Carlos

    • Es lógico que la réplica de Garlaschelli no se parezca al original. No sabemos quién fue el autor del original, aunque parece influido por las corrientes artísticas de la época. Me refiero al siglo XIV. Tampoco sería de esperar que, sin un estudio detallado de las características del lienzo realizado por un equipo independiente de expertos, se pueda replicar minuciosamente. Pero sobre la «gracia» o no de una imagen, tengo por norma dejarla a los críticos de arte que, por lo general, suelen ser bastante subjetivos. No digamos los adoradores de una imagen. Para los de la Virgen de los Remedios la imagen de la Virgen de las Angustias es incomparablemente menos agraciada que la suya. No voy a discutirles el gusto.

  4. A propósito del «estudio» de Garlaschelli… carece de toda validez científica. Muy recomendable la explicación dada por el Dr. Sánchez Hermosilla -médico y antropólogo forense- que puede escucharse en http://www.ivoox.com/27175821

  5. Hola, Carlos: Me han llegado varios comentarios tuyos sin texto. Supongo que será algún tipo de errata. Sobre Garlaschelli he abierto una nueva entrada en la que menciono tu blog.

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